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18 de agosto de 2010

Así es el delincuente

En días pasados un amigo me pasó un correo con algunos consejos para evitar ser asaltado o víctima de algún secuestro. Cada día leo y me entero de un sinnúmero de robos a miles de personas. De forma constante escucho a las autoridades decir que se está trabajando para bajar la delincuencia. Cada día hay más inseguridad.  

A pesar que es indiscutible que existen miles de recomendaciones y millones de dólares invertidos para seguridad ciudadana, es indudable que nos está ganando el delincuente ¿Por qué esta desigualdad? Para explicar la respuesta es que escribo este post. Y la respuesta es simple, porque no conocemos al delincuente y no nos entrenamos para enfrentarlos.  

Debo iniciar mi argumentación explicando que cuando hablo del delincuente me refiero a hombres y mujeres por igual, a niños y adultos, a ancianos y discapacitados, a seres humanos de raza blanca, mestiza, negra y todas las que haya, que usando sus habilidades y destrezas se apropia ilícitamente de la propiedad ajena, causando daño físico y sicológico a los propietarios legales de esas pertenencias.  

No existe clasificación estadística, social, cultural o de otra índole sobre el delincuente; es una masa humana amorfa. Y este es el primer argumento. No podemos enfrentar a un enemigo que no conocemos y sabiendo que será complicado identificarlo, lo mejor es partir de la duda frente a cualquier desconocido que quiera contactarnos; ello nos da una ventaja para evitar ser asaltados. La duda debe ser integral.

Un delincuente puede que esté bien vestido o no, ser agradable a la vista, seductor o seductora, repulsivo o pasar inadvertido. Aparece como mendigo o vendedor, como empleado o funcionario, tal vez como estudiante. Puede tener cualquier nacionalidad o preparación académica, oriundo de cualquier región o provincia. Tiene, además, artes camaleónicas e histriónicas. Los hombres, en gran mayoría, debemos reconocer nuestra vulnerabilidad ante la belleza femenina, el delincuente saben eso y se aprovecha; es conocido que una gran mayoría de mujeres son más sensibles ante la desgracia humana, el delincuente lo saben y se aprovecharan. 

El delincuente conoce nuestras debilidades. Debemos asumir que el delincuente es más inteligente que nosotros, está más preparado y tiene planes bien elaborados, ello lo hace más fuerte frente a nosotros y él lo sabe. Lo importante aquí es que empecemos a pensar como él, a entrenarnos para despistarle y a que sienta dudas sobre si asaltarnos o no. Si logramos hacerle pensar dos veces antes de que actúe habremos ganado una primera batalla. Otra ventaja que tiene el delincuente es que sabe que tenemos miedo a ser asaltados y que ese miedo nos paraliza, nos deja desarticulados, que nos incapacita para ser proactivos o reactivos ante sus intenciones. 

Con este conocimiento debemos armar un plan para perder el miedo y el miedo se quita con entrenamiento físico. Permítanme explicar mi recomendación y puede que le lleva algún tiempo, pero es eso o seguir viviendo con el miedo atravesado:  
1.- Consiga un palo de escoba, verifique que esté liso para que las astillas no lastimen su mano.
2.- Párese frente a un poste y empiece a golpearlo con el palo de escoba. Empiece suave, detecte sus sensaciones y verifique sus energías, capte las señales de su cuerpo; poco a poco vaya incrementando la fuerza hasta que usted se canse o se rompa el palo de escoba. Repita este proceso durante 3 días seguidos. Tiempo aproximado que puede llevar este ejercicio de 7 a 10 minutos.  
3.- Al cuarto día, párese de frente a una pared y empiece a golpearla con la palma de la mano, con suavidad al principio y aumentando la fuerza conforme sienta que pueda hacerlo sin que usted se haga daño. Repetir este ejercicio durante los próximos 3 días. Tiempo de práctica de 7 a 10 minutos.  
4.- Al séptimo día dedique una hora a la realizar gimnasia, con dedicación y fuerza.  
5.- Repita los 4 pasos anteriores durante 5 semanas. 

El objetivo es que pierda el miedo a golpear sin que ello le genere daños físicos, el resto llegará por añadidura. Sigamos entonces con este aporte para vencer al delincuente, describiendo su perfil, lo que nos dará conocimientos útiles y funcionales para enfrentarlos.  

El delincuente tiene sentimientos pero no los usa para robar; es igual que cualquier persona que esta al otro lado de una ventanilla y a la cual nos acercamos desesperadamente a pedir ayuda, nos mira como si no le importáramos; el delincuente tiene los mismos niveles de sentimientos que un cobrador de impuestos, que un empleado público o privado que tiene que cumplir una disposición superior. El delincuente sabe que no tiene nada que perder y por tanto no tiene miedo, pero sabe que la víctima si tiene mucho que perder y por tanto tendrá miedo. 

El delincuente sabe que la víctima piensa que es preferible que se lleve lo material pero que no le haga daño físico y por eso se presenta ante la víctima como un ser desalmado; la víctima sede con facilidad ante sus pretensiones. La seguridad del delincuente es básica para que pueda cumplir con sus actividades. 

El delincuente sabe que legalmente es inocente y que si va preso será por poco tiempo; el delincuente sabe que la víctima debe emprender un largo y costoso proceso judicial para demostrar que él es culpable, así que espera con tranquilidad que el tiempo pase. 

El delincuente es también un ciudadano al que le obligan a sujetarse a los Derechos Humanos y las normas constitucionales. Existen cientos de regulaciones, manuales, leyes y procedimientos que los que no somos delincuentes debemos cumplir y nos obligan a cumplir; el delincuente está exento de esa normativa y no hay quien le haga cumplir. 

El delincuente solo tiene un código no escrito: no dejarse capturar bajo ninguna circunstancia; sino puede cumplirlo, sabe que está cubierto y que solucionar esa falla es cuestión de tiempo. La protección al delincuente es toda una estructura. La protección a las víctimas es mínima. El delincuente sabe que no necesita hacer trámites, la víctima estará atormentada con los trámites. El delincuente pertenece a cofradías, bandas, comunidades y otro tipo de organizaciones que le brindan amparo ante los “riesgos laborales”. 

Las víctimas estamos desamparados, solos y aislados. El delincuente ha agudizado sus sentidos. Sus ojos se mueven de lado a lado detectando todo detalle y sabe escuchar conversaciones, las destrezas de sus manos son las de un cirujano con la fortaleza de un mecánico, sabe cuándo y cómo hablar y callar; a su olfato le agregó un sexto sentido: huele a la víctima más vulnerable y su miedo. Nosotros, los que nos somos delincuentes somos despistados y débiles. Sus sentidos le permiten asecharnos para emboscarnos con toda facilidad. La información es fundamental para el delincuente. 

El sistema de información delincuencial es uno de los más efectivos y eficientes que puedan existir o hayan sido desarrollados por especialista alguno, a pesar que es rudimentario; se basa en códigos y señales convencionales que muy difícilmente pueden ser interferidas o interceptadas, son claras y diversas. Sabe de análisis de escenarios, de mapeo de actores, saben infiltrarse en organizaciones y conocen de estrategias para tener y mantener informantes. Maneja indicadores de miedo y de calidad de datos.  

En otra arista de estos argumentos, el delincuente no requiere de permisos especiales para portar armas blancas o de fuego, por tanto las lleva con toda tranquilidad; sabe que las víctimas están desarmadas, que seguirán desarmadas o que en algún momento le serán quitadas sus armas o probables armas. Entonces las víctimas deberemos desarrollar otro tipo de armas y entrenarnos para usarlas con eficiencia y eficacia para evitar ser asaltados, secuestrados, atracados o sorprendidos. Deberemos aprender a demostrar al delincuente que estamos en capacidad de usar esa armas de defensa ciudadana. 

Un paraguas, un bastón, un llavero con un peso adicional, un tubo o un bate, pueden ser esas armas de defensa ciudadana sin que sean susceptibles de ser decomisadas. Recomendación: miré con fines didácticos las películas orientales de kung fu o de artes marciales y aprecié como es el entrenamiento para pelear con las manos y otros artefactos. También puede inscribirse en una academia de artes marciales. Con lo hasta ahora mencionado, la tercera estrategia es dejar de ser mencionados como víctimas y pasemos a convertirnos en enemigos del delincuente. 

El delincuente debe vernos como una amenaza a su propia supervivencia. Ellos se fortalecerán y reaccionarán, nosotros deberemos actuar de la misma manera. Antes de finalizar este perfil del delincuente, un resumen. Si los ciudadanos queremos ganar la guerra al delincuente deberemos convertirnos en enemigos de él, conociéndolo a profundidad a pesar que esté camuflado y tenga seguridad jurídica, así como asistencia especializada de las organizaciones a las que se pertenece; así mismo, entrenándonos para perderle el miedo y para usar armas ciudadanas de autoprotección, que incluye organizarnos entre quienes no somos delincuentes.  

Hay que tener claro un asunto: el delincuente es nuestro enemigo mortal y como tal hay que tratarlo.

1 comentario:

  1. Excelente la presentación del periodista Raúl Zavala en este importante tema que nos presenta.
    Pienso que el perfil del delincuente está muy bien concebido, como asimismo su contraparte, es decir, todos nosotros.
    De gran utilidad las ayudas que nos proporciona, pues son reales y está en nosotros aplicarlas o no, pero lo interesante de éstas es que si son efectivas, en términos al menos de perder el miedo de golpear llegado el caso. Debemos protegernos de esta lacra social y de sus abusos constantes, pues las leyes sí definitivamente favorecen este tipo de delitos, aún sean menores pero delitos al fin, que produce traumas de todo tipo, en quienes se han visto en alguna situación de esta naturaleza.
    Sólo me resta felicitar al articulista por tan magnífica entrega. Atenta y cordialmente, Fernando Rodríguez Guzmán, Chile

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