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28 de septiembre de 2017

Andrés Peña Tauber: ¿Por qué debo morir por mi patria? ¿Ella moriría por mi?

Fuente: Revista ReCrea
Vivo en un mundo en el que la sociedad se divide en dos clases de personas: las que aceptan ciegamente los mitos y los que empiezan a cuestionar las verdades; por eso tome la decisión de transcribir un discurso que pone en tela de duda una de las actividades consideradas sagradas en las prácticas cívicas, casi religiosas: juramento de la bandera.

Hay una pregunta que es capaz de destruir imperios

Tiene el poder de desterrar las creencias más profundamente escondidas en nuestra alma. Puede botas las edificaciones más laboriosamente construidas por nuestra razón. Y a ratos acuchilla aquello que pensamos era impenetrable.

La pregunta de la que hablo es muy simple. Todos ya hemos hecho y escuchado unas cinco veces sólo en este día. Es una frase que empezamos a pronunciar, ante la frustración interminable de nuestras figuras adultas, alrededor de los 3 años de edad.

"¿Por qué?"

Dos palabras que cambian todo. Solo porque alguien dijo ¿por qué?, y alguien más preguntó ¿cómo? es que vivimos lo que estamos viviendo.

Si el ser humano no se hubiera preguntado, "¿por qué estamos corriendo por todas partes recogiendo comida del piso cuando podemos solo plantar esta semilla y vivir sentados?"nunca habría existido ninguna ciudad humana.

Si es que, luego, el hombre no hubiese preguntado, "¿cómo así hay cinco personas que nunca han levantado un dedo en sus vidas, mientras el resto de nosotros nos quebrantamos recogiendo la comida para el rey?" no existiría la república.

Si Nicolás Copérnico, Johannes Kepler, y Galileo Galilei no hubieran dicho todos, casi al mismo tiempo, "¿están seguros que la tierra está está en el centro del universo?" no entenderíamos de dónde ni cómo llegamos a este planeta-- ¿primero, qué es un planeta?

Si los grandes y exaltos criollos no hubieran cuestionado la hegemonía de España en nuestra tierra, pues, estaríamos jurando a otra bandera.

Hoy tenemos una oportunidad, una más de tantas en nuestras vidas, de ponerle pausa al momento y preguntar otra vez "¿por qué?"

¿Por qué debo mi lealtad a este país? ¿Qué ha hecho por mi?

¿Por qué debo morir por mi patria? ¿Ella moriría por mi?

¿Por qué, Ecuador, estaría encima de todo el resto del mundo? La verdad es que, no nos encontramos en ningún pedestal en términos de desarrollo científico, de progreso social, de producción cultural. Hay muchos otros países que nos ganan en casi todo eso.

Pero claro, esos países también tiene sus problemas. La pobreza de muchas partes de África--nos apena.La tiranía norcoreana nos asusta con sus amenazas de bombas nucleares, y la tiranía norteamericana nos escandaliza con sus respuestas. El consumismo global pone en alerta al futuro de toda nuestra especie.

Mi punto no es ser pesimista. Mi punto no es que el ser humano sea repugnante ni un cáncer, ni nada por el estilo. Mi punto es que los problemas de hoy no son nacionales. No son siquiera regionales. Son de influencia global. Hemos legado a un punto en nuestro desarrollo intelectual como especie que nos damos cuenta de que todos estamos hechos de los mismo. Y todos nos merecemos lo mismo.

El cambio climático nos afecta a todos, la bombas nucleares pueden llegar a cualquier parte del del mundo, el hecho de que un niños tenga poca más comida de la que nesecita su organismo para sobrevivir es un golpe en el estómago en todo ser humano que habita este planeta.

Estos problemas no se solucionan si no nos olvidamos de nuestras ciegas lealtades. No tenemos que rechazar al otro simplemente porque la señora suerte lo quiso nacer en otro país. Ni deberíamos apoyar al que nos manda sin cuestionar por qué ni de que forma nos manda.

En estos momentos, en que cierto ministerio nos obliga a jurar lealtad incuestionable, eterna, y obligatoria a una bandera, por vida, hasta la muerte, y en todo lugar que nos encontremos, que deberíamos extender nuestros simple oh patria, a un salve oh mujer, salve oh hombre, salve oh niño y niña, salve oh mundo, salve oh ser humano que habita el planeta Tierra.

Cuando yo te juro, bandera, no es a ti. No es a Galápagos, ni a la selección, ni al hornado con llapingachos... ni a la Fiora Vanti, aunque todos son muy importantes para mi. Yo juro a mi lealtad a la raza humana, a la que nos une a través de fronteras, a través de muros, a través de prejuicios y barreras del idioma. Juro hasta la muerte defenderé no a mi país, pero el derecho de cada uno de nosotros a vivir felizmente, que cada hombre, mujer, niño y anciano del mundo sea tomado en cuenta, y que ninguno, por defecto de pertenencia a otra patria, sea olvidado o abandonado en el alta mar.

Bandera, si al serte fiel, no nos obligas a anteponerte sin condición, sí, juro. Si no consideras como traición el recordar que todo ser humano, donde sea que esté, se merece lo mismo que yo, sí juro. Bandera, quiero que reconozcas que mi única patria verdadera es la del hombre. El Ecuador, una provincia más.

Solo juraré bajo esos términos. Y compañeros, los invito a hacer lo mismo.

Muchas Gracias.
Andrés Peña Tauber
Martes, 29 de septiembre del 2017

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