Sostiene Raúl Zavala que el funcionamiento de la Asamblea Constituyente en Montecristi no ha servido únicamente para cumplir el trabajo encomendado por la ciudadanía ecuatoriana, sino también para reencuentros entre amistades y colegas.
Y eso fue loq ue ocurrio con Raúl Zavala, pues tuvo el gusto de saludar con un compañero de colegio que no lo veía desde hace más de 20 años: se trata de Iván Mosquera. Luego de los formulismos del caso, llegaron las promesas demantenerse en contacto y así ocurrió.
El día de hoy, Raúl Zavala reció un correo electrónico de Iván con un crónica de lo más interesante y que muestra que la Asamblea en Montecristi es mucho más que un ejercicio democrático. Luego de leer lo relatado por Iván, Raúl Zavala lo pone a su consideración. El texto integro del correo es el siguiente:
Hola a todos, les envío una apreciación mía de lo que es Montecristi y Ciudad Alfaro, avísenme como la sintieron porfa, abrazos...JI
Hola a todos, les envío una apreciación mía de lo que es Montecristi y Ciudad Alfaro, avísenme como la sintieron porfa, abrazos...JI
Seis de la mañana, un aire de sal húmeda y las ropas que se pegan por la piel, un Reina del Camino se detiene repentino y Montecristi se despereza lentamente; casi perfecto el viaje desde Quito a no ser por los caminos vericuetos de mi tierna y dulce tierra el Ecuador.
Montecristi, cantón de la provincia de Manabí, con cuarenta y tres mil habitantes, ubicado al suroriente de la provincia y al norte del océano Pacífico se abre con una brisa litoral que me acoge vestida de colores, sonidos y aires costaneros. Su gente lanzada y franca de sonrisa amplia y altiva, lanza sus miradas a este extraño citadino errante, el asombro se sorprende cuando la interrogación se transforma en palabras y el espacio se derrama con la consabida pregunta: ¿dónde queda Ciudad Alfaro?
Es mi primera vez, había pasado tantas veces por Montecristi y nunca la mirada buscó más allá de lo que apenas se logra ver desde un vehículo, ahora es diferente; los sentidos se agolpan como queriendo descubrir de un solo golpe el lugar donde habita la rehabilitada Democracia. Dicen que un día maltrecha llegó de la nada y en pocos meses le construyeron su refugio en las faldas del cerro Centinela, hoy nadie la reconocería a no ser por sus aires de imparcial nobleza y romántica ubicación.
Cuenta una leyenda popular que la Igualdad fue de abolengo, que sus orígenes se pierden en el tiempo sobre todo de esta mi tierra linda el Ecuador, tal parece que la Igualdad padeció siempre de un karma bastante extraño ya que unos y otros abusaron de su confianza y especialmente en este territorio de nevados, de selvas y de mares profundos, de mujeres bellas y hombres bravos. En fin, ahora ha vuelto con los bríos que dan los nuevos tiempos como un rasgar de guitarras que inyectan esperanza.
Acá en Ciudad Alfaro la Democracia es una matrona que con sus ajetreos siempre está solícita y muy ocupada. Una mañana a eso de las nueve llegaron herméticos y silenciosos tres autos clandestinos, en uno de ellos iba un visitante asiduo del refugio; era el portavoz ante los mortales de esta tierra bendecida, de todos los clamores y alientos de los más y los menos y a los cuales esta Tolerancia como una gran sacerdotisa implacable intenta derramarles toda la luz de su equidad y justicia, y así casi todos los días de lunes a viernes muchas de las acciones se repiten pero cada una siempre es distinta como los colores del arco iris que a veces se dibuja entre el mar y la coqueta Manta. Un día menos pensado mientras almorzaba en el Paseo Alfaro, un sol insolente se asomó de pronto entre las nubes y se quedó impávido por algunas horas sobre las pobres almas que ahí estábamos, recordándonos que el clima de la costa libre y bonita realmente es cosa seria para un peregrino venido de las tierras altas, y sin embargo con todo el calor y el bullicio de los vendedores y las voces cantoras de esta gente amable se podía apreciar todos los matices de la creación divina y humana.
Recorrer los senderos de Montecristi es toda una odisea para las piernas ya que está enclavada en las estribaciones del cerro Centinela y por esta razón la mayoría de sus calles y callejuelas son cuestas juguetonas hasta el cansancio pero que se ven adornadas todavía por casas ancianas y mágicas que aún provocan vértigos al contemplarlas, su santuario de la Virgen de Moserrat se baña eterno con una discreta majestuosidad blanquesina y a sus pies Paseo Alfaro brinda descanso y aliento a todos los que pasan por ahí; también están esas panaderías como de cuento donde se cocen los panes más curiosos y ricos de mi bello Ecuador y los dulces !ah! como duendecillos salidos de los más bellos sentimientos y colores, y claro, no faltan las artesanías elaboradas por un sin número de personas procedentes de sitios tan lejanos como Loja, Carchi, Lago Agrio u Otavalo, sobresaliendo entre todos la confección y exportación de los sombreros de paja toquilla.
Sin embargo Montecristi y Ciudad Alfaro se han vuelto los espacios más custodiados en estos últimos tiempos debido a que la Libertad aparentemente se ha visto amenazada por rayos y centellas disfrazados de argumentos confusos y proclamas incidentes que avecinan temporales milenarios de siempre y que tristemente estancan la rehabilitación de esta Pluralidad, de este Liberalismo que por centurias se ha debatido entre amaneceres y ocasos.
Venir a Montecristi y Ciudad Alfaro es una experiencia placentera y excitante que todo ecuatoriano tiene que poseer, el mausoleo Eloy Alfaro, la vista de un horizonte prometedor, el canto de un viento insurgente y sobre todo, subir y escalar al Centinela, donde habitan exóticas frutas que esperan ser devoradas con la condición de no bajar al mundo humano porque de otra manera, la persona que lo haga dará un salto en las dimensiones de la incertidumbre y jamás volverá a ser la misma (si es que regresa)... JI
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