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4 de octubre de 2020

Abandonar mi pasado es olvidar mi experiencia

Las crisis nos ponen a prueba. Algunas veces las he pasado mal en lo físico y anímico y que ahora las comparo con lo ocurrido en lo personal con la cuarentena de este 2020, que de alguna manera me llevó a mi pasado.

También están están los aprendizajes sobre dos situaciones adversas que no están en el campo de lo personal como fueron la cuarentena y el terremoto, de este último es poco lo que a título personal he podido relatar; otro de los pendientes que tengo.

Y ahora sí, al tema central. En enero del 2015, en otro de mis blogs publiqué una entrada sobre dos situaciones adversas que dejaron marcas de experiencia, fueron lecciones que las aprendí sobre la marcha y solamente pude racionalizarlas a partir de escribirlas. En las siguientes líneas se encuentran "Las lecciones que me dejaron la basura y las muletas para afrontar crisis".

Hace más de 50 días este post nació con el título de “Lo que aprendí de la basura y el bastón” pero el tiempo y una radiografía lo cambió por completo al que ahora tiene.

Empezaba así: “Las crisis personales dejan huellas, unas veces son cicatrices y otras son lecciones de vida. No tengo marcas en la piel tuve que recoger basura y caminar públicamente con bastón.”

Ahora tengo una gran cicatriz y luego de pasar por una etapa de recuperación empecé a usar muletas con una sola consigna: no asentar el pie izquierdo hasta que el doctor lo diga; ello implica que al menos unos dos meses estaré movilizándome con apoyo extra.

Ese apoyo extra desapareció y ahora mi caminar es lento, intentando no mostrar una cojera que no sé cuánto tiempo durará pero que estoy decidido a que desaparezca. Ya veré que es lo que pasa y lo escribiré.

Pero este post no fue creado para contar una historia médica, sino para relatar lo que las experiencias de dos acontecimientos trascendentales que me dejaron lecciones que bien vale la pena compartirlas; tal vez sirva para que alguien más tome decisiones en su trajinar.

La basura, aquella gran cantidad de “cosas” que se desechan por ser inservibles o no tienen alguna utilidad, me llevó a entender un mundo del que se vive y se puede vivir. Una cuasi crisis económica me llevó a buscar algunas alternativas para recibir ingresos extras, pero solo una funcionó: recoger de las calles materiales reciclables y cambiarlos por dinero.

Cuando supe la cantidad de dinero que podía obtener por saber qué basura es la que más se paga, entendí que era necesario trabajar duro para lograr, conseguirla, separarla y venderla al precio oficial para equilibrar mi presupuesto personal.

Pero además debí romper el tabú mental y social: vivir de la basura es solo para mendigos.

Tiempo después tuve que afrontar las consecuencias de un accidente deportivo que me llevo a usar muletas por algún tiempo; se fracturó uno de los huesos de la canilla y nunca lo supe hasta un mes después.

Durante cuatro meses enfrenté las limitaciones de quien no puede caminar normalmente, de quien sabe que volver a poner un pie delante del otro será un largo trabajo que solo tiene un 50 y 50 de probabilidades que todo regrese a la normalidad. En ese camino volví a descubrir la importancia de la disciplina y el entrenamiento.

Durante casi 60 días estuve dependiendo totalmente de ayudas externas para comer e ir al baño, un tiempo que solo podía ocuparlo en estar allí en la cama esperando que el tiempo pase para que las heridas cicatricen y resultados de la operación sean visibles; nunca había tenido tanto tiempo para meditar en el presente, pasado y futuro de un todo y sus detalles.

Cuando al fin quedó libre mi pie y pude abandonar las muletas, todo mi pensamiento, todo mi pensamiento, se concentró en el presente; para caminar debía abandonar los pesos del pasado y del futuro, pero además superar la crisis emocional de saberse limitado en lo físico luego que toda una vida fui un vagabundo.

Enfrentar el diario vivir teniendo a un bastón o las muletas como apoyos fundamentales requiere de gran fortaleza mental que se logra con meditación y sin lamentos lastimeros autocompasivos.

En definitiva, las limitaciones económicas y físicas provocaron en mí una mutación hacia un pensamiento más práctico y más reflexivo; aprendí que es necesario detectar a tiempo los paradigmas dignos de romperse a través del entrenamiento y el conocimiento. No dejarme llevar por los impulsos ni por las ideas sin sustento frente a una crisis ni en tiempos de relativa calma.

El siguiente reto es seguir usando estas lecciones de vida por el resto de mi existencia. (RZM-15-01.2020)