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22 de julio de 2021

Burócratas en el paredón ¿culpables o inocentes?

En algún momento alguien nos hizo creer que la burocracia era unos de los grandes males nacionales en Ecuador, pero pocos hemos reflexionado sobre el proceso de administración de los recursos públicos, así como la gestión de personal y de relaciones laborales.

Un día se pusieron de moda las muy cacareadas “reingeniería de personal” en que los procesos bien podrían definirse como altamente técnicos y totalmente inhumanos. Empezamos a odiar a los burócratas y al mismo tiempo les exigimos una mayor responsabilidad.

Vamos, entonces, en un breve recorrido por esta forma de trabajo que lleva un estigma sobre sus hombros y que, en el marco de las actuales circunstancias, la sociedad ha creado mitos políticos convertidos en políticas públicas.

Y un primer punto de análisis esta en conocer cuál es la magnitud de este panorama altamente complejo, cito pocos ejemplos: el Gobierno de Ecuador debe administrar cerca de 32’000.000.000 dólares en un año (32 mil millones), está en la obligación de mantener operativos y regularizados cerca de 16.000 vehículos y maquinaria pesada, así como miles y miles de equipos tecnológicos, también custodiar cientos de edificios y otras infraestructuras estratégicas.

Se complica más el asunto por la obligación legal de la tramitología en unos casos necesaria y en otras incomprensible; por la dispersión y atomización de los recursos en todo el territorio nacional y en otros países donde están las distintas delegaciones diplomáticas y comerciales.

Segundo punto: definición. “El término burocracia es esencial en el estudio de la Administración pública. Se trata de un concepto polémico y nada pacífico que posee dos significados totalmente contrapuestos.” Lo asegura Carles Ramió en el portal administracionpublica.com.

A un lado el “sentido positivo vinculado a lograr la neutralidad, eficacia y eficiencia de las instituciones públicas que es atribuible a Max Weber. Por otra parte, una visión negativa y con connotaciones peyorativas tanto anteriores como posteriores a las aportaciones de Weber.” Y Ramio suma una cualificación: “Los inicios de este concepto tienen una connotación negativa tanto a nivel intelectual como popular”

Tras este planteamiento existe todo un mundo de análisis de insignes pensadores, por lo que para avanzar es necesario cruzar el puente entre lo teórico y la práctica diaria, de quienes de una u otra manera debemos convivir con los burócratas, bien sea por asuntos laborales, tramitológicos o familiares (casi todos tenemos un pariente cercano que está en ese mundo).

Otro planteamiento es el de David F. Camargo Hernández en su publicación “Funcionarios públicos: evolución y prospectiva” y la voy a usar causalmente en este comentario: “Por burocracia se entiende un sistema de gestión y administración racionalizado y de máxima eficiencia técnica.”

Por lo tanto, al mencionar sistema lo puedo estratificar en quienes toman las decisiones, en el personal que hace fluir la tramitología y aquellos que están en la parte operativa, bajo una perspectiva política cambiante y de gestión permanente; concluye en una instancia que en la administración pública no todos son burócratas.

Son operativos los choferes y comunicadores, los médicos y enfermeras, los profesores y guardias, los barrenderos y los inspectores, los albañiles y mecánicos, los conserjes y encargados de mantenimiento tecnológico, personal de ventanillas y atención a los ciudadanos, militares y policías, bomberos; son aquellos que (suena feo decirlo, pero necesario) simplemente cumplen órdenes.

Muy pocos trámites se cumplirían sin el trabajo de secretarias, planificadores, auditores, asistentes administrativos, contadores, asesores, jefes departamentales, abogados…  

Y están los burócratas de las instancias de quienes toman decisiones políticas: desde los presidentes de las cinco funciones del Estado, ministros y cargos de libre remoción, alcaldes y prefectos, presidentes de las juntas parroquiales, gerentes de las empresas públicas. Llegan a sus cargos por la tiranía del voto, una cuota de poder bien de manera ética o bien por una práctica de “favores políticos”.

Pero es necesario ir hasta una parte de la historia del Ecuador en cuanto a estudios de la burocracia y una es la que narra Cecilia Durán C. en su libro “Irrupción del sector burócrata en el Estado ecuatoriano: 1925 – 1944” con el que deja sentadas las bases de otro modelo de contratación de funcionarios, más de la perspectiva de compaginación ideológica que por características profesionales. Un mal que al parecer se ha heredado a través de la sucesión presidencial y de cambios en los gobiernos locales.

Hago un alto para una reflexión. Por tanto, desde la doctrina moral del utilitarismo, así como desde el sistema filosófico del objetivismo, me pregunto ¿Para qué sirve la burocracia?

Mi primera respuesta viene de Mateo Melgarejo, aquel mítico personaje interpretado por Cantinflas en la película “El ministro y yo”, cuando en una de las escenas lanza su discurso; para este caso es indispensable transcribir una parte:

“Sí señor, ustedes, tienen un concepto muy equivocado de lo que es la burocracia. Saben de donde proviene esa palabrita, buro del francés bureau, que en español quiere decir, escritorio y cracia del griego cratos que significa, poder. En otras palabras, es decir, ustedes, ejercen el poder desde los escritorios.”

“Pero no toda la culpa es de ustedes, no, si ustedes son buenas gentes. La culpa más bien es de sus superiores, de jefes como Usted y de muchos como Usted que son aves de paso, que no han sabido inculcar en los empleados públicos, el verdadero sentido de la burocracia y la responsabilidad que ésta encierra, porque las fallas en la administración frenan el desarrollo, el progreso, la democracia.” 

“¿Saben lo que es la democracia? el poder del pueblo por el pueblo y aunque ustedes también son pueblo, se olvidan de los que están ahí afuera, de los que esperan, de los que hacen cola como éstos, que también son pueblo; y que ellos dependen de ustedes, pero ustedes también dependen de ellos, porque ellos al pagar sus impuestos, sus contribuciones, están pagando los sueldos de todos ustedes. Sus vacaciones, sus servicios médicos y sus jubilaciones. En otras palabras, todos necesitamos de todos.”

Mi segunda respuesta está en lo que es mi vida diaria personal, cuando reviso las obligaciones para con mi vehículo, con los daños de casa, con el hacer cálculos para que no me falte el dinero, con los daños en mi vivienda, pagar mis deudas, comprar comida, hasta lo que es la limpieza general y ahorrar para imprevistos; aunque sean actividades rutinarias me percato que necesito mucho tiempo y dar seguimiento. 

Si eso me ocurre a mí, que manejo un presupuesto mensual de aproximadamente mil dólares y con limitados bienes, sin un mega marco regulatorio, y lo extrapolo a la administración pública con miles de vehículos, de computadoras, de trabajadores con relación de dependencia directa y ciento de millones de dólares de presupuesto, veo a decenas de personas trabajando en escritorios registrando cada uno de los movimientos de esos recursos físicos, tecnológicos, financieros y de administración de personal, porque la ley así lo dispone.

También miro la inmensurable cantidad de problemas que se generan en la prestación de servicios públicos, que exigen a la institucionalidad responder a miles de solicitudes por escrito, a reclamos verbales, a inconvenientes judiciales, a las regulaciones privadas, a las reacciones del control ciudadano, a la elaboración de informes sobre solución de inconvenientes, a la transparencia de la gestión… que no todo se cumpla es pauta para entrar en el campo de la corrupción.

La gestión pública se convirtió en sinónimo de ilegalidades, lo que abona a que el rechazo social a los funcionarios de todo nivel sea casi un juzgamiento para que desaparezca la base de la institucionalidad con la consigna de “súper obeso e inútil tamaño del Estado”, confundiendo Estado con Gobierno. 

Añado a este conjunto de pre-juicios sociales la expresión “sueldos dorados” y el valor en el mercado de los servicios que prestan los profesionales en cada una de las ramas profesionales, artesanales y del nivel de responsabilidades en el sector privado. Los funcionarios no son patriotas.

Pero este mundo ideal se rompe cuando irrumpe el crimen organizado, el narco, las insanas ambiciones en muchos de los burócratas y las propias fallas de un sistema ideado por humanos imperfectos apoyados por la inhumana tecnología; claro, también por el usufructo inmoral del mal llamado poder político.

E irremediablemente me viene a la memoria la realidad humana de la pelea moral entre el bien y el mal, con la ilustración que nos hace Oscar Wilde en “El retrato de Dorian Gray” con el que deja claro que en una misma persona cohabitan lo legal y lo ilegal, que la prevalencia de estos valores dependen de las ambiciones y las tendencias que tenemos hacia el crimen. 

De allí voy a la explicación más clara de este escenario la plantea Thomas J. DiLorenzo en su libro “Crimen organizado. El Estado: la verdad sin maquillaje” y en el que explica el cómo las fuerzas de los sindicatos, ONG y otras organizaciones de la sociedad civil (legales e ilegales), se convierten en extorsionadoras del gobierno y éste a su vez pasa de victima a victimario usando su inmensa capacidad propagandística para levantar cortinas de humo ante los graves problemas de corrupción.

También de la literatura traigo otro punto de análisis: 

“No me gustan los delincuentes que quebrantan las leyes –dije.

- ¿De qué otra clase puede haberlos?

- De los que hacen las leyes.

(Tomado de la novela “Gris de campaña” de Philip Kerr, que narra el trabajo del detective privado Bernhard "Bernie" Gunther)

Y así puede irse destrabando los nudos que existen en la evaluación de la burocracia y de cada uno podríamos hilvanar fino sobre la utilidad del trabajo de los funcionarios, lo cual nos llevaría a un interminable número de párrafos; pero en este punto se hace necesario dejar expuestas mis conclusiones y lo hago de una manera poco convencional:

1. ¿Cuál es el tamaño óptimo de la burocracia en cada una de las instituciones para que la administración de los bienes públicos sea eficiente?

2. ¿En qué momento el honrado funcionario se convierte en un delincuente o ya llega así al servicio público?

3. ¿Cómo podemos saber a ciencia cierta si es que desde la legislación se está abonando a la voluminosidad ineficiente de la burocracia en el sector público?

4. ¿Pueden los gobernantes cumplir con sus responsabilidades sin el apoyo de funcionarios de escritorio?

5. ¿Del total de funcionarios que tiene toda la institucionalidad cuáles son funcionarios útiles? ¿Cuáles tiene la cualidad de parásitos, cuáles también prestan servicios al crimen organizado?

6. ¿Existen cambios de personalidad cuando se es contratado por un gobierno?

7. ¿Cómo evidenciar a los burócratas que moral, legal y éticamente se mantiene limpios en la administración de los bienes y recursos públicos?

Y quedan pendientes las preguntas 8 y 9 relacionadas con la psiquis de los burócratas ante los estigmas sociales y el dilema moral en su trabajo cuando es invisible testigo de la corrupción.

Publicado originalmente en la 
edición impresa de "La Verdad"
No. 395 - junio de 2021

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