El acto de escribir cartas en contextos de crisis familiar por una enfermedad es más común de lo que pudiese parecer y tan poderoso que trasciende los tiempos de la vida y muerte; aunque a menudo no se no se formaliza en un "protocolo" único, inspira procesos más amplios en algunos hospitales u organizaciones de apoyo psicológico.
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| Foto: IESS |
La historia de Tomás, compartida por Miguel Peralta @miguelrperaltaf, nos recuerda que una simple carta puede ser el abrazo más fuerte en un hospital: un puente de amor inquebrantable cuando las palabras se traban y el tiempo se agota. La verdadera cura, muchas veces, cabe en un sobre y muere en un cajón olvidado.
Y un caso similar en sentido inverso es el de Marie Vázquez, quien usó el tiempo de vida que le quedaba para escribir a su hijo para que la conociera; ese manuscrito se convirtió en Best Seller "El cuaderno de Nippur, y luego en una película.
Dos historias que son un recordatorio brutal: mientras discutimos por millones de dólares en equipos de última generación, un niño puede estar esperando ocho semanas para que alguien le lleve un “te quiero” de su mamá y que el sueño de una joven madre puede cumplirse muy a pesar de que los esfuerzos médicos no lograron salvar su vida.
Una tercera historia: "El buzón de los sueños", una iniciativa en el Hospital de Especialidades Teodoro Maldonado Carbo (HTMC) implementada en el 2020, para humanizar la atención de salud en áreas críticas, como la Unidad de Cuidados Intensivos, Observación y Cuidados Intermedios.
Sobre todo hay una verdad incómoda: otros de los procesos que más ayudan a sanar o son un refuerzo emocional son los que dependen de un ser humano que decida, sin que nadie lo supervise, llevar un sobre doblado a un paciente y esos procesos, precisamente por ser gratuitos y silenciosos, son los primeros en caer cuando falta personal o voluntad administrativa; ocurre que también es el último eslabón (casi inútil) en los planes hospitalarios.
Las cartas de Tomás
Un joven común y corriente llegaba cada tarde a la recepción del hospital. Pedía lo mismo: "¿Puedo dejar una carta para mi mamá?"
La recepcionista tomaba el sobre. El joven se iba.
Esto pasó durante 52 días seguidos. Siempre a las 4pm. Siempre una carta. Siempre el mismo jovencito.
La recepcionista, Laura, empezó a notarlo después de la segunda semana.
"¿Por qué no subes a ver a tu mamá directamente?" El joven bajó la mirada. "No me dejan. Dicen que soy muy inocente para entrar a cuidados intensivos."
"¿Y tu papá? ¿Él puede subir las cartas?"
"No tengo papá. Mi abuela me cuida. Pero ella trabaja hasta las 7pm. No puede traerme."
"¿Cómo llegas hasta aquí entonces?"
"Camino. Son 40 minutos desde mi casa. Pero no importa. Mi mamá tiene que saber que la quiero."
Laura sintió algo romperse en su pecho. Ese día, curiosa, abrió uno de los sobres que el joven había dejado. Adentro había un dibujo. Coloreado con crayones. Y una carta escrita con letra temblorosa:
"Querida mami: Hoy en la escuela saqué 10 en matemáticas. La maestra dijo que estoy mejorando. Te extraño mucho. Por favor mejórate pronto. Te amo. - Tomás"
Laura lloró. Subió al piso de cuidados intensivos. Preguntó por la mamá de Tomás. Habitación 407. María González. 35 años. Cáncer avanzado. Laura tocó la puerta. Entró.
"Señora González, soy Laura de recepción. Su hijo viene cada día a dejar cartas para usted. ¿Las ha recibido?"
María la miró confundida. "¿Cartas? ¿Qué cartas?" Laura sintió que algo estaba terriblemente mal.
"Su hijo deja una carta cada tarde hace casi dos meses. 52 cartas. ¿Nunca le han llegado?"
"No. Nunca he recibido nada."
Laura investigó. Habló con enfermeras. Con el personal. Nadie sabía de las cartas. Descubrió que las cartas se quedaban en recepción. Se suponía que un voluntario las llevaba a los cuartos. Pero ese voluntario había renunciado hacía 8 semanas.
Las 52 cartas de Tomás nunca llegaron a su mamá.
Laura bajó a la bodega de objetos perdidos. Ahí estaban. En una caja. 52 sobres sin abrir. Las subió todas. Se las entregó a María.
María abrió la primera carta. Empezó a llorar. Luego la segunda. Y la tercera. Leyó las 52 cartas seguidas. Sin detenerse. Llorando con cada una.
"Mi bebé… mi bebé ha estado escribiéndome todos los días y yo no sabía." Laura vio las cartas. Cada una contaba el día de Tomás.
"Hoy perdí mi diente de adelante."
"Hoy fue el cumpleaños de mi mejor amigo pero no fui porque vine a traerte tu carta."
"Hoy llovió mucho y llegué mojado pero quería que supieras que te amo."
En la carta 52, la más reciente, Tomás había escrito:
"Mami, ya van 52 días. No sé si lees mis cartas. No sé si te hacen sentir mejor. Pero voy a seguir escribiendo hasta que salgas. Porque el amor no se cansa. La abuela me dijo eso. Te amo con todo mi corazón. - Tomás"
María pidió ver a su doctor ese mismo día.
"Doctor, necesito mejorar. Mi hijo me ha estado escribiendo 52 días. No puedo rendirme."
Algo cambió en María. Empezó a responder mejor al tratamiento. Comía más. Luchaba más. Laura hizo algo sin permiso. Sabía que podía perder su trabajo.
Un día, cuando Tomás llegó con su carta, le dijo: "Hoy puedes subir. Solo por 10 minutos."
Tomás corrió escaleras arriba. Entró a la habitación 407. Su mamá estaba sentada en la cama. Sonriendo. Rodeada de 52 cartas pegadas en las paredes.
"¿Mamá?"
"Tomás, mi amor. Leí todas tus cartas. Todas."
Tomás corrió a abrazarla. Lloraron juntos durante los 10 minutos completos. La historia llegó a oídos del director del hospital. Laura pensó que la iban a despedir. En lugar de eso, el director creó una nueva política:
"Protocolo Tomás" - Todas las cartas, dibujos y mensajes de familiares serán entregados el mismo día. Sin excepciones. Contrató dos personas cuyo único trabajo es entregar correspondencia a pacientes.
Pero hizo algo más. Cambió la política de visitas. Niños mayores de 7 años pueden visitar cuidados intensivos por 15 minutos diarios con supervisión.
María salió del hospital 4 meses después. En remisión completa.
El doctor dijo: "Médicamente no puedo explicarlo. Pero algo en ella decidió pelear."
María sabe qué fue. 52 cartas de un niño que caminaba 40 minutos cada día bajo lluvia y sol.
Hoy, 2 años después, Tomás tiene 10 años. Su mamá está sana.
Todavía le escribe cartas. Pero ahora se las entrega en persona cada noche antes de dormir.
En el hospital, en la entrada de cuidados intensivos, hay un buzón. Se llama "Buzón de Tomás - Tus palabras sanan." Familias dejan cartas ahí cada día para sus seres queridos internados. El personal las entrega en menos de 2 horas.
En el buzón hay una placa con las primeras líneas de la carta 52: "El amor no se cansa." Y abajo, una foto. Tomás entregando su primera carta a los 8 años.
Cada paciente que recibe una carta del Buzón de Tomás, recibe también una nota:
"Un niño de 8 años caminó 40 minutos cada día durante 52 días para demostrarle a su mamá que el amor no se rinde. Sus cartas llegaron tarde, pero llegaron justo a tiempo. Que esta carta te recuerde: alguien está peleando por ti del otro lado de estas paredes."
¿Cuántos días seguidos estarías dispuesto a caminar 40 minutos para demostrarle a alguien que no estás rindiéndote con ellos? (Fin)
Nota del Editor: Aunque esta historia no relata un hecho real concreto, Miguel Peralta resalta: "Te regalo la tranquilidad de que es una historia de la vida real convertida en una pieza que sirva de instrumento transformador. Un abrazo!"
El cuaderno de Nippur
Una madre llamada Sandra Vázquez, diagnosticada con cáncer terminal, escribió un libro de 60 capítulos para su hijo de 3 años, Nippur, con consejos para su vida adulta; lo hizo en semanas, sabiendo que no estaría para verlo crecer. Tras su muerte, el cuaderno se publicó como libro exitoso que lleva como título: "El cuaderno de Nippur" y para la adaptación cinematográfica hubo se cambio por "El cuaderno de Tommy".
Su esposo plantea ¿Qué hace una mamá de un chico de 2 años que sabe que pronto va a morir?
María era arquitecta además una tuitera activa y, cuando le dieron el alta, pensó si contar o no públicamente lo que le estaba pasando. “No contar es ponerse del lado de los que titulan ‘una larga y penosa enfermedad”, escribió ella misma en la revista La Agenda, cuando ya se había hecho conocida por animarse a hablar en Twitter sobre su cáncer y contar con humor negro la recta final de su vida.
Fue una amiga de ella, escritora, quien vio cómo estaba quedando el cuaderno y le dijo: “Marie, esto hay que publicarlo”. A ella le encantó la idea. La réplica, idéntica al cuaderno real, se llama “El cuaderno de Nippur”, fue editada por la editorial Planeta y ya vendió 12.500 ejemplares. Marie, como la conocían, no llegó a enterarse. Murió el 21 de abril de 2015. (Leer la historia completa en infobae.com)
Otras prácticas
Aunque fue implementado como parte de las estrategias para familiares con pacientes con Covid-19, es necesario imaginar que gracias al "Buzón de los sueños" un sobre cruza barreras de la bioseguridad y miedo, convirtiendo el encierro en conexión. Aunque surge por COVID, se aplica a cualquier paciente, incluyendo enfermedades de base como el cáncer.
La información disponible menciona que fue implementado por el IESS en el Hospital de Especialidades Teodoro Maldonado Carbo de Guayaquil - Ecuador.
Ninoska Franco, especialista en psicología clínica, sostiene que recibir mensajes positivos por parte de su familia influye favorablemente en la recuperación de cada paciente. Sentir que no estás solo en esta lucha mejora no solo las condiciones de vida del enfermo sino también repercute notablemente en su estado de ánimo, evitando cuadros depresivos, señaló el médico. (Fuente: iess.gob.ec)
Post Pals y Letters of Love (Reino Unido y global, desde 2008): Estas organizaciones recolectan cartas y tarjetas de niños sanos para enviar a niños hospitalizados con cáncer u otras enfermedades graves, pero también incluyen mensajes de hermanos o hijos para padres internados.
"Me enorgullece decir que Cartas de Amor ha tenido el honor de enviar más de 425,000 tarjetas a pacientes de hospitales pediátricos de todo el mundo." Grace Berbig (lettersofloveglobal.com)
Post Pals ha distribuido millones de cartas, creando "buzones de ánimo" en hospitales como el Great Ormond Street y su campaña Families Appeal. Fuente: gosh.nhs.uk
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