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7 de marzo de 2021

¿Y ahora qué hacemos con el turismo?

Desde hace decenas de años se vio en el turismo una actividad altamente productiva que aprovechaba las intrínsecas ganas humanas de aventurar, disfrutar, investigar y hasta perderse de su vida cotidiana. El mundo de los viajes fue transformando a las sociedades.

En un principio los humanos aprendimos a viajar para conseguir alimentos, luego como parte de las conquistas para agrandar nuestros territorios, también como parte de intentar descubrir lo que existía más allá de nuestros ojos. Miles de años han pasado y hoy cualquier excusa es buena para salir de nuestros entornos diarios: placer, negocios, visitas familiares, estudios o estar en contacto físico con las maravillas naturales o artificiales que están esparcidas por todo el planeta Tierra.

Pero estos escenarios de los nuevos desplazamientos de las personas por motivaciones de placer y buen uso del tiempo libre, no estuvo alejada de gobiernos e inversionistas; miles de millones de viajeros empezaron a necesitar transporte, comida, alojamiento y diversión.

Cuando escribo este artículo ya he sido testigo lejano de la llegada de Perseverance a Marte como parte de un proyecto de investigación, de la mega operación que significa el sostener la Estación Espacial Internacional y que SpaceX planea lanzar su primera misión de turismo espacial en el cuarto trimestre de 2021.

En economipedia.com se asegura que a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial “La estabilidad, la cooperación internacional, así como la paz establecida entre todos los territorios, también los acuerdos en Bretton Woods, provocaron un fuerte impulso de un sector turístico que, posteriormente — ya en el siglo XXI—, se convertiría, por detrás de la industria y con un peso en el producto interior bruto (PIB) mundial superior al 10%, en el segundo mayor sector de la economía global.”

Punto de inflexión y reflexión. El turismo es como el aluminio: se dobla, no se rompe.

Me sitúo ahora en el 2020, año 0 de la era pándemica, el golpe que el propició tanto el Covid-19 como la cuarentena, causó graves estragos en todo el sistema de viajes; los datos están allí. Al otro lado están los estudios de mercado post cuarentena y de los que se deduce que las personas lo que más extrañaron fue viajar y el cine.

Pues bien, vamos al caso de Ecuador. Hace 14 años se perdió el rumbo, se destruyeron los planes y políticas, la actividad turística pasó a ser un instrumento de promoción personal de los funcionarios, un falso argumento para captar votos, un derroche de dinero y recursos sin resultados.

Y se sobrevino la cuarentena. En mayo de 2020 Rosi Prado, ministra de Turismo, aseguró y sin dar sustentos, que estimaba una pérdida mensual de hasta unos 400 millones de dólares el cierre obligado de las fronteras en el país. Y en las últimas semanas esta Cartera de Estado prácticamente es inexistente.

En enero del 2021, Holbach Muñeton, presidente de la Fenacaptur y vicepresidente del Comité Empresarial Ecuatoriano, cuestionó de manera permanente el accionar de la Ministra de Turismo y su inacción frente al complejo panorama para el sector privado. Empresarios calculan que se perdieron 1.200 millones de dólares e incalculables fuentes de empleo.

Un antecedente: Viernes 11 de mayo de 2018, el Gobierno de Ecuador se anota otro hit mediático al presentar tres propuestas turísticas enmarcadas en los nombres: Circuito Turístico, Pueblos Mágicos y Riviera del Pacífico, con el eslogan “Ecuador, de oportunidad a realidad”. Cada uno de esos llamados proyectos, carecía de sustentos metodológicos, de presupuestos y de planes o, al menos, nunca fueron públicos.

Otro dato de la historia reciente. Para julio de 2017, cuando todavía se respiraba el ambiente de la “mesa puesta” el entonces ministro de Turismo Enrique Ponce de León, aseguró que Ecuador quiere convertirse en una “verdadera potencia turística”, para lo que aspira a recibir tantos turistas como habitantes, pero “de forma inteligente y responsable”; nació entonces el 1×1: 16 millones de turistas como tiene 16 millones de ciudadanos que viven en el país. Tampoco fue posible conocer el proyecto.

¿Y qué está pasando en los otros niveles de gobierno? En realidad no mucho. Las municipalidades hicieron fracasar la descentralización turística y se convirtieron en agencias de eventos artísticos. Los consejos tienen planes de promoción de lugares en los que no hay productos y las juntas parroquiales con las justas logran medio cumplir sus obligaciones legales.

En definitiva, en Ecuador hasta enero del 2020 fue imposible armar planes para el desarrollo turístico nacional o local, porque no disponía de las herramientas básicas como el inventario, el catastro, tampoco indicadores y menos estadísticas fiables.

Lo peor es que no hay cuentas trasparentes sobre el uso de los recursos financieros que ingresan al presupuesto de las instituciones vía presupuesto, contribuciones especiales, Licencia Única Anual de Funcionamiento y otros.

¿Y ahora qué vamos hacer?

En realidad no hay mucho de donde escoger y lo que toca es esperar hasta el próximo 24 de mayo para saber cuál podría ser el rumbo que en esta materia tome el nuevo Gobierno. Los alcaldes y prefectos aún tienen dos años más para estar en el cargo.

Los empresarios turísticos sobrevivientes buscan desesperadamente no cerrar sus operaciones, pero las cuentas no esperan, la nómina debe pagarse obligadamente, las exigencias tributarias y otras como el seguro social no perdonan. Además deben enfrentar la ilegalidad de otros negocios que se dicen ser “para turistas”, además del consabido “efecto polizón”.

¿Qué debería hacerse? Por ahora permítanme dejar sobre la mesa de la discusión este breve listado:

1.- Elaborar estudios sobre las nuevas expectativas de viajes que tienen las personas. Las universidades podrían ser un gran aliado porque de los gobiernos nada se puede esperar por ahora.

2.- Redefinir los destinos y las ofertas a las nuevas exigencias del mercado. Y eso debería ser ya un trabajo que lo asuma cada empresario. Creo que el segmento de eventos y convenciones a baja escala acompañado del de negocios, así como el turismo rural y de naturaleza podrían tener mejores opciones.

3.- Buscar en mercados emisores nacionales e internacionales posibles viajeros por expectativas y posibilidades financieras, con lo cual se pueden preparar planes para turismo de nicho.

4.- Conocer al detalle y opciones en el sistema de transportación de pasajeros terrestre, aérea y marítima. Los turistas deben saber cómo llegarán al destino y regresarán a su lugar de residencia.

5.- Cada empresa o grupos de empresas asociarse para diseñar, financiar e implementar un agresivo plan de comunicación que supere las limitaciones de la promoción; además, que tenga un sistema de alertas de cómo está cambiando esta actividad. Y;

6.- Tener métodos de control a través de los cuales sea posible medir la efectividad de las acciones implementas, además para tomar correctivos sobre la marcha o fortalecer lo que tenga resultados positivos.

La gran ventaja que tiene el sector turístico empresarial es su capacidad para emerger de las crisis con nuevas fortalezas y estoy convencido que no será diferente en esta era pandémica. (RZM)

Publicado originalmente en La Verdad, edición No. 390 correspondiente a enero del 2021.







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