En este inédito escenario en que se mezclan los problemas sanitarios y las decisiones electorales, viene bien plantearse algunos escenarios sobre la gobernabilidad en Ecuador, que van desde las juntas parroquiales hasta el Ejecutivo. Indudable que la administración pública cambió.
Este comentario parte de alguna razón sociológica aún no determinada con precisión, por la que los ciudadanos en Ecuador depositamos nuestras expectativas de solución de problemas a una persona, sea presidente o alcalde. No consideramos la vital trascendencia de la institucionalidad.
La velocidad de los acontecimientos nos ha
llevado, en esta ocasión, a buscar en los aspirantes a la Presidencia de la
República al ser humano que tenga cualidades casi divinas para que anuncie la
manera en que “nos salvara” de cada uno de los conflictos que a diario debemos
enfrentar. Cada grupo humano pelea para que sus intereses particulares estén
representados por separado en ese posible nuevo funcionario.
Permítanme un paréntesis. José Antonio Gabelas
en su artículo “La distopía política” nos revela un panorama bastante
preocupante en cuanto a la gestión pública. Los dos siguientes párrafos son
textuales publicados en disidentia.com:
“La distopía no es el coronavirus, son
nuestros políticos que viven una realidad paralela, que circulan por el
holograma de la virtualidad en su confortable mundo imaginario, mientras los
ciudadanos cargan sobre sus espaldas sus delirios, como Sísifo cargó con su
roca de por vida. Pero esto no se mantiene por casualidad, para que la
información, el pensamiento y la libertad estén restringidos, es necesario un
guion.”
“Un aparato mediático que marque las horas,
los contenidos y los ritmos. Un diapasón permanente pero invisible. Contador de
infectados, fallecidos, recuperados… Sin muertos, sin muertes, sin dolor, sin
soledad, sin silencio. La muerte convertida en una mera abstracción. Se evitan
las terribles imágenes para que los grandes números sean meras estadísticas.”
¿Cómo estamos preparándonos los ciudadanos para contrarrestar esa posible arremetida política de los nuevos funcionarios?
Entonces pasemos a otro nivel de gestión
pública: “Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal”. Esta institución
cantonal de un indiscutible valor estratégico en lo político, tiene como imagen
humana visible al alcalde, que ha logrado implementar un sistema alejado del
control social que le ha permitido pasar de manera invisible de la democracia a
la autocracia. Hasta ahora no ha sido posible encontrar un método efectivo de
evaluación a los concejales en sus funciones de fiscalizadoras, pero sí es
posible observar su gestión de co-administración municipal.
Traigo este tema luego de hacer una breve
evaluación de lo realizado por los funcionarios municipales durante la
cuarentena y la era post cuarentena, sobre el funcionamiento de muchos COE
cantonales, sobre las decisiones propias de su competencia y la ausencia de
políticas de transparencia así como de control social. Tal vez con el tiempo
pueda evaluarse este accionar entre marzo del 2020 y marzo del 2021.
Como bisagra para ir a la segunda parte de
este artículo: En nuestra sociedad, la variable clave para superar una crisis
epidemiológica no emana de la biología, sino de la política. (Pablo Andrade
Andrade, en su artículo “No es la epidemia, es la política”)
Las soluciones a los graves problemas nacionales
y sus consecuencias podrían tener un giro con un nuevo Presidente, quien tendrá,
irremediablemente, la tarea de enfrentar a los alcaldes. La crisis sanitaria no
es lo único por resolverse, está la incredulidad ciudadana en las cinco
funciones del Estado, obras y proyectos del 2019 a medio ejecutar o
abandonadas, anomalías constantes en los procesos de contratación, resultados
de auditorías y de fiscalización; pero también en aspectos sociales como
delincuencia y criminalidad, gestión de riesgos, falta de empleos adecuados,
ampliación y mejora de servicios básicos, deforestación y contaminación… una
larga lista de inconvenientes.
Ninguno de los ítems mencionados en el párrafo
anterior puede intervenir únicamente el Gobierno, por tanto necesita tener una
contraparte: los alcaldes. Llega entonces la época de los nuevos pactos y los
acuerdos para lograr el fortalecimiento político y de la imagen pública de los
funcionarios, que se vende luego a la sociedad como “obras para el pueblo” o el
“desarrollo que anhelamos”.
"...el miedo es fundamental en el arte de gobernar, es constitutivo de la autoridad"
Antecedente. Luego del terremoto vino una mega
operación política llamada “reconstrucción y reactivación productiva” en la que
tanto el Gobierno central como los gobiernos locales emprendieron proyectos de
cualquier tipo bajo ese paraguas. Ha pasado el tiempo y los resultados son
evidentes.
Es posible prever que en los próximos meses
tengamos un nuevo eslogan que resuma las intenciones gubernamentales para salir
de los problemas, sustentado por nuevos logos, canciones, vídeos y toda una
artillería propia del Estado de Propaganda. Las referencias históricas me dan
la pauta para sostener este criterio.
Estas circunstancias pueden llevarnos a otro
mundo de la política, pues los funcionarios aprendieron otra forma de tomar
decisiones. Dice el escritor argentino Ernesto Salas: “… el miedo, lejos de ser
espontáneo o irracional se ubica en el centro de una relación política (…) atravesando todas las
ideologías, el miedo es fundamental en el arte de gobernar, es constitutivo de
la autoridad.”
¿Se puede ejercer el control social cuando los
ciudadanos profesamos un miedo oculto ante las retaliaciones invisibles que
pueden ejecutar los funcionarios nacionales y locales?
Pero en contrapartida tenemos la presencia de un “algo” que sirve como capote para evadir las responsabilidades ante el incumplimiento de funciones en la gestión pública. Laura Fàbregas, periodista especializada en información política asegura: “El victimismo, motor de muchas de las nuevas ideologías, sitúa al que lo propugna en una condición de superioridad basada en el chantaje emocional. Y, hasta la fecha, era el terreno de juego del nacionalismo. El victimismo impide el debate racional entre adultos y, a menudo, no es más que una excusa para esconder lo que, en realidad, es cobardía. Es el infantilismo de querer las ventajas de ese derecho sin afrontar obligaciones ni responsabilidades.”
¿Podremos fiscalizar la gestión de alcaldes,
prefectos, presidentes de juntas parroquiales y ministros, si es que se ponen
en el papel de víctimas cuando se les pide cuentas, explicaciones y
transparencia?
En todo este momento de incertidumbres sobre
lo que nos espera en Ecuador, también están alimentadas por las nuevas formas
de administración pública en que no sabemos las cualidades y calidades de los
proyectos que se ejecuten en este año que bien puede llamarse pandémico.
¿Cómo estamos preparándonos los ciudadanos
para contrarrestar esa posible arremetida política de los nuevos funcionarios y
de los que ya tienen experiencia en la manipulación social?
Casi seguro que una semana antes del 24 de
mayo del 2021, ya el nuevo rumbo del país esté decidido por quienes tienen el
poder político y la fuerza para decidir por nosotros los ciudadanos, sea
alcalde o presidente, prefecto o presidente de Junta Parroquial.
Una mayoría de ciudadanos de seguro seguiremos
ausentes de los procesos de desarrollo eficientes, pero satisfechos por las
gratuitas actividades placebo que nos entregan los sonrientes funcionarios.
Artículo publicado originalmente en "La Verdad" edición No. 389 correspondiente a diciembre del 2021.
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