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25 de agosto de 2022

Yo, el agua - autobiografía

Publicado originalmente 
en La Verdad - Edición 409
de agosto de 2022

Según cuentan algunos de mis biógrafos llevo sobre el planeta Tierra cerca de 4 mil millones de años y otros me han retratado en mis distintas facetas, pero recién me he puesto a meditar en quién soy, una de las famosas preguntas humanas. Así que esta vez decidí hacer un primer ensayo sobre las respuestas; es decir, dar mi versión.


Debo indicar que no tengo una partida de nacimiento, todo lo que dicen los científicos sobre mí son presunciones y en realidad no me preocupa pensar en mi origen, pues lo que realmente interesa es lo que hago, para lo que sirvo y el trato que recibo.

Para encontrarme he leído la historia de los humanos, generalmente estoy en cada uno de sus capítulos; supe que a pesar de lo importante que fui y soy, miles de personas han buscado la manera de usarme, de sacar provecho de mi existencia, pero lo que me ha llamado la atención es que millones no saben quién soy a pesar de que su existencia depende de mí. Pero ese no es mi problema.

Por cierto: vivo en la mayor parte de los cuerpos humanos y de otras especies que habitan en el planeta.

Valga la oportunidad para decir que mi nombre es igual por todo lado, aunque se pronuncia y escribe de distinta forma; en español mi nombre viene del latín “aqua”, emparentada con la palabra “aquilus” que por alguna razón se deriva de la raíz indoeuropea akwa, y está emparentada con la expresión “ahwo” que también dio origen al nombre del dios de los mares nórdicos “ǽgir”. En fin, es otro largo relato humano.

Pero me enteré con satisfacción que me han mencionado grandes filósofos; por ejemplo, en el siglo VI A.C., el pensador griego Tales de Mileto sostuvo que yo soy el arjé, que significa el principio y origen de todas las cosas. También Empédocles de Agrigento me incluyó en la magnífica lista cuando concluyó que todos los seres de la naturaleza estaban formados por una combinación de agua, tierra, aire y fuego.

Me ha gustado lo que Carmenza Uribe Bedoya comenta sobre mí, que de todos los líquidos soy el más estudiado y el menos comprendido. No me molesta también ser un misterio.

Aprovecho este espacio para agradecer a Simon Shama por su apreciación al decir que "Ver un río es dejarse arrastrar por una gran corriente de mitos y recuerdos, lo suficientemente fuerte para llevarnos hasta el primer elemento liquido de nuestra existencia: el útero materno. A lo largo de esa corriente nacieron algunas de nuestras más intensas presiones sociales y animales: las misteriosas transmutaciones de la sangre y el agua, la vitalidad y la mortalidad de los héroes, los imperios, las naciones y los dioses."

Siempre comentan que soy un líquido insípido, inodoro y transparente, pero de color azul verdoso cuando me ven en grandes masas; diré que son criterios muy subjetivos.

Necesito ahora pasar del pensamiento a otros campos del conocimiento humano, a eso que le llaman la Física y la Química, pues allí está el origen de otro de mis apodos: H2O; por sintetizar: que soy un compuesto sencillo, mis moléculas están formadas por dos átomos de hidrógeno unidos a un átomo de oxígeno. No necesito ahora entrar en más detalles.

Sin embargo, está escrito que ese nombre no provino de una sola persona, así que me puse a indagar un poco más y quiero hacer una aclaración: soy un líquido, eso de estado gaseoso o sólido o el invento de nombre gel, son mutaciones que ya en algún rato me extenderé para contar.

Sigo. Los humanos también me diferencian como agua salada cuando estoy en mares y océanos, o agua dulce en ríos y lagos, o salobre; en el primer caso han dicho que en mi composición existen otros elementos que los he acogido en grandes cantidades por distintas razones, pero por lo pronto puedo decir que les llaman cloro, sodio, magnesio, potasio, bromo, calcio, boro, estroncio y flúor. Para el segundo caso es únicamente por contraste y diferenciación; y la tercera ya lo pueden presumir. 

Puedo decir que mi medida aproximada es: 1.386 millones de kilómetros cúbicos que están distribuidos de diferente manera en casi todo el planeta y el 97% de mi cuerpo pasa en los mares y océanos. Así que ya pueden imaginar cuánto de mi pueden usar o para beberme o hacer limpieza o ayudarles en la producción de alimentos en la tierra.

Con este antecedente comparto el criterio de los investigadores: la vida humana es inversamente proporcional a la cantidad de sales que yo contenga. 

Dejo constancia de algunos de los nombres que estuvieron tras de mi con sus pesquisas: Sylvia Earle, Henry Cavendish, Antoine-Laurent Lavoisier, Joseph Priestley, Ellen Leask, Dan Lévy, James Peacock, John Snow, Jean-Baptiste Meusnier y muchos más. 

Es así que me han asociado directamente con la medicina, la ingeniería, la arquitectura, la guerra, la política, la poesía, la biología, el arte y un sinnúmero de actividades humanas, a veces para bien a veces para el mal.  Pero estoy aquí para hablar de mí.

Viene la parte que no entiendo. ¿Por qué soy uno de los centros del maltrato? Le he servido por millones de años a la humanidad; de cuando en cuando reacciono, pero nunca a traición, siempre anticipo lo que voy hacer y que no me tomen en cuenta eso es otra cosa.

No estoy en modo de victimismo, estoy escribiendo mi biografía con base en lo que ustedes, humanos, hacen, explotarme sin consideración y en muchos casos sin piedad que, en sus palabras, es contaminación. Lo del desperdicio asumo que es más por ignorar mi origen.

Como agua estoy allí libremente, me llevan a las ciudades y puedan consumirme, pero antes necesitan un proceso largo y costoso. Para que yo llegué hasta sus hogares deben captarme, hacerme un tratamiento para luego distribuirme; además, luego que me usan voy a parar a ciertos lugares en que intentan descontaminarme antes de regresarme a mi hábitat. Pero sin ser la misma.

Lo otro es cuando camino o estoy en reposo y me arrojan basura, me convierten en veneno para todo ser viviente. ¿Saben lo que pasará con ustedes cuando ya no me tengan tan fácilmente, cuando deje ser potable?

No puedo dejar de mencionar que sirvo también para hacer negocios y que muchas personas ganan bastante, pero bastante dinero conmigo; sin embargo, no me tratan muy bien que digamos, en ocasiones siento que simplemente no me respetan lo suficiente; asimismo, han pasado por mi vida quienes a pesar de tener limitaciones financieras tampoco me cuidan. Por suerte sí he visto a muchos que me defienden, en ocasiones de manera racional y en otras extremadamente impositivos.

Y hay otro tema que me ronda: la comida de ustedes. Cuando preparan sus alimentos para mantenerse fuertes, sanos y tener inteligencia, me usan en casi todo el proceso; sin mí no hay ni café ni té ni arroz, me necesitan para hacer pan, para cocinar los productos que hice crecer en campo y a las otras especies animales que usan para completar su menú. 

Sobre todo, yo también soy su alimento cuando no llevo venenos en mis entrañas.

Algo sobre mi personalidad lo he dejado para el final: no hago pactos ni entro en negociaciones; si me tratan bien, los trato bien; si me perjudican ustedes salen perdiendo. 

Realmente soy poco tolerante y advertidos están. 

(*) Este ensayo lo escribo inspirado en el documento de Leonard E. Read titulado “Yo, el lápiz”, publicado por primera vez en diciembre de 1958.





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