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28 de julio de 2024

Sigo sumando años y experiencias

Rompí la barrera de los 60 y voy rumbo a los 70, fue una transición bastante compleja con muchas novedades, con ideas y acciones, con exigencias que removieron mis sentimientos, mis perspectivas fueron mutando hasta que logré entender porque debí desatar algunos lastres. Así que ahora con mi nuevo cumpleaños cumplí el ritual del helado.

Luego fui a cortarme el cabello y por una buena afeitada. 

El asunto es que hace más de una década publiqué uno de esos textos motivacionales que parecen simples a primera vista, pero con el pasar de los años me di cuenta que se construye a cada paso: La vida es un helado (leer AQUÍ).

En los últimos meses sume otra razón: "Si a pesar de los esfuerzos físicos, mentales y financieros las cosas no salieron bien o como lo esperabas, compra un helado y disfrútalo en soledad." Una frase que nació ante ciertas adversidades, un día que paradójicamente estuvo soleado. (Tuit)

A esta edad también existe otra realidad y en la que también he debido trabajarla como una herramienta de supervivencia: la frialdad en la toma de decisiones, porque es bien claro que el desmedido apasionamiento provoca fallos en los planes previstos para alcanzar la tranquilidad; una habilidad que la aprendí hace mucho tiempo cuando aún empezaba a forjar mi carácter y a la que asunté con relativa lentitud.

Esa frialdad fortalecida también me ha servido para deshacerme de esos lastres que en algún momento me fueron útiles pero que al llegar a esta edad ya perdieron sus cualidades, muchos de ellos atados con emociones y sentimentalismos, con cuerdas tejidas a punta de hilos sueltos recogidos unos con previsión y otros al azar. Claro, aún conservo otros, en algunos casos he debido repararlos y en otros definitivamente cambiarlos. ¿Por qué? Porque los lastres también son necesarios para conservar el equilibrio.

Ahora debo ponerme a pensar en mi presente, en la funcionalidad de mi profesión desde otra perspectiva, otras perspectivas; hurgar entre los conocimientos adquiridos, algunos olvidados, y atraerlos a mis prácticas diarias, sin perder la personalidad, la capacidad de sostener el rumbo muy a pesar de los fuertes vientos y las incontenibles mareas, por la borrosa mirada provocada o por las lágrimas o por el sudor o porque ocasionalmente he perdido mis lentes.

No, no me preocupa lo que venga en los próximos 10 años, me ocupa estar preparado para las inevitables tribulaciones, para los esperados placeres y los inmensurables momentos que me provocan tanto la pereza como el aburrimiento. Y así quiero seguir caminando... navegando o volando dirían otros.

Como parte de esa preparación he regresado a mi adolescencia, a esos momentos en que Juan Salvador Gaviota y Tribulaciones de un chino en China fueron los libros que me marcaron; el primero comprado y el segundo un obsequio de mi viejo. También las palabras de mi madre: no contar los pollos hasta que revienten los huevos, en alusión que evite acciones usando podría, debería, intentaría, trabajaría... , es como abrir la puerta al pragmatismo.

Aquí debo incluir un refrán popular que el mecánico de cabecera lo usa a menudo: lloviendo es que yo me mojo; digamos que es una versión local de la frase bíblica "ver para creer".

En toda esta reflexión de mi transición existe una ausencia que me provoca desvelo: la inspiración y constancia para seguir escribiendo historias que satisfaga mi hambre literaria, los momentos de escribir mis críticas y observaciones, de alimentar mis blogs... únicamente Twitter @Zavala_Ra me mantiene activo.

Y ahora sí la otra parte, la de seguir concretando el designio previsto para este año y en espera de revalidarlo en el próximo: 

Entonces un día, aparece una frase en mi libreta de apuntes llamada Twitter. La leo como muchas otras, la marco y sigo revisando las ocurrencias de aquella burbuja que me significa un constante monólogo social. Llega otro día, otra madrugada, mi mente vaga nuevamente por toda la lista de pendientes que tengo y ante mis ojos aparece aquella anónima expresión plasmada en un letrero callejero. La tomo. La hago mía.

Se trata de la entrada sobre mi nueva política de vida: quizá no pueda cambiar el mundo pero sí el pedacito que me toca. La puede leer completa AQUÍ.

Me es indispensable incrustar en este espacio otro de los direccionamientos para mi coexistir:

Como epílogo de esta breve crónica de lo que he sumando con los años y las experiencias, repito una de mis frases: soy como esos carros viejos que todo los traquetea pero que siguen caminando. Espero seguir así hasta que pueda contar lo que ha pasado en el siguiente lustro con este andar.

Debo algunos agradecimientos... que sea mi tarea para una próxima entrada antes que termine este mes.

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