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31 de diciembre de 2024

Escribiré mi testamento

He logrado llegar al último día del 2024, sano y a salvo, con algunas heridas, recordando alegrías, pensando en los momentos de placer físico. En lo práctico no es más que otro salto de fecha, de los comunes y normales, pero aún así ha sido parte de mi historia tomarlo como otro hito de mi existencia. Así que preparo mi testamento y bosquejo mi 2025.


Desde ahora empiezo a escribir mi testamento, pero antes debo poner en orden mi contabilidad existencial; en otras palabras, esta historia aún es de final impredecible. Lo vivido en este año tiene rastros desde el momento que tengo memoria y debo finiquitar lo que llevaré al próximo, lo que dejaré guardado en alguna caja de cartón, en alguna botella de vidrio para usarla de pisapapeles. 

Durante mis meditaciones descubro que no me será fácil armar ese documento sentimental, pues mucho de lo empezó como un "Debe" se ha convertido en un "Haber" y tengo créditos sentimentales, también algunos débitos. Mis registros no están actualizados.

En el primer borrador de mi testamento también tengo los apuntes de lo que he recibido como intangibles donaciones humanas, aquellas que me las he ganado y las que he tomado para entender que mis pasos deben ser más cuidadosos. Vivir bien depende de saber sobrevivir.

Otro de los párrafos de lo que será mi herencia para llevarme en esta transición constan los indispensables números, esos que me muestran mis escenarios financieros. ¿Acaso el dinero no es uno de los pilares de la incierta seguridad?

Claro, como otra de las costumbres históricas, mientras bosquejo mis pensamientos tengo a la mano mi café, el activo familiar heredado que lo he mantenido como el soporte ante las tormentas y las horas de sosiego. Aún mi salud me permite seguir con esta vieja tradición.

Ahora entro en la fase de apilar aquellas cosas materiales y sensibles que deben ser destruidas, las que deben pasar a convertirse en materiales desechables que, luego de ser inventariadas, serán enterradas en una cúpula de acero y concreto. No quiero, no necesito, esas "cosas" en la época que inicio.

Pero también necesito refrescar los tonos de esas voces que me fueron aliento, alimento, soporte... en la construcción de mi temperamento. Y para aquellas que ya no son parte de este mundo, les escribiré una carta para que en el más allá sepan que no los he olvidado. Una muestra de mi imperecedero agradecimiento. Mi biografía son también mis muertos.

Imposible dejar por fuera de mi legado a quien se ha convertido en la mascota guía de un nuevo estilo de pensamiento, de una amorosa disciplina que supera los planos terrenales. En este capítulo entra también otro de los seres que me llevó por misteriosas atmósferas: Bigotes.

Por ahora no hace falta un párrafo suficiente con una foto. 


Aunque ya tengo las líneas argumentales, he puesto en documento otro fundamental activo: escribir la aproximación de la biografía de madre. En el día a día me cuenta sus anécdotas familiares, laborales, viajeras. Sus experiencias durante el Fenómeno de El Niño del 98, su nueva vida sin la presencia de mi padre, su llegada a la costa desde los la serranía, el terremoto del 2016, la GRAN cuarentena, los apagones. Sus años de experiencia son también capítulos de mi existencia.

Sus vivencias las titularé "Crónicas de sobremesa". 

Así voy armando mi primer testamento, en una era de tranquila incertidumbre, de un nuevo plan de vida armado a la vejez como si fuese (quizás) lo último que pudiese hacer mientras puedo sentir las arenas de una playa que se extingue para dar paso a un mundo de piedras que rugen ante el impacto de las olas.

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