El jueves 10 de mayo de 2018, fui testigo de una atención médica emergente en una población rural asentada en medio de una vía de alto flujo vehicular y aprendí el truco en que una persona puede adelantarse en un turno de atención en el banco.
La primera historia ocurrió cuando esa tarde regresaba a Portoviejo, en una hora inusual, un grupo de personas al costado de la vía trataban de hacer parar a cualquier carro, agitaban sus brazos con desesperación; la ambulancia que estaba frente a mi avanzó unos metros y se detuvo, miré la escena y supe que estaba frente a un hecho emergente digno de ser reporteado.
Detuve mi auto, tomé el teléfono y lo alisté para grabar lo que ocurría, de la ambulancia se bajo un paramédico y una doctora, corrieron hacia el grupo de personas y yo hice lo mismo, detalles que no debía perderme de registrarlo en vídeo.
Al llegar ya el personal médico estaba atendiendo a una joven estudiante, estaba de pie y lloraba, la gente a su alrededor miraba lo que ocurría, el paramédico con tranquilidad inició el procedimiento de atención, luego de unas breves preguntas la condujo hacia un taxi que se encontraba estacionado, la hizo acomodarse en el asiento posterior, ante la atenta mirada de quienes estábamos allí; el sol de la tarde pegaba fuerte.
Finalizado el diagnóstico, se determinó que la niña tenía un problema de baja presión pero sin graves consecuencias, el paramédico recomendó que la hicieran atender por un médico, dijo que no podía transportarla en vista que en la ambulancia se transportaba a otro paciente. Acompañe al especialista cuando se regresaba al vehículo para seguir la ruta. Efectivamente allí estaba otro persona a la que trasladaban.
No fue nada complicado lo ocurrido en Las Palmas, no ameritaba una nota periodística. Por casualidades pregunté a las personas que estaban allí si habían llamado al ECU 911, me dijeron que no, que solo había hecho una llamada a un pariente en Montecristi para que les ayude desde allá. También consulté si allí no había un centro médico, me respondieron que sí pero que a esa hora, casi las 15h00, ya estaba cerrado y no había nadie.
También yo retomé mi camino hacia Portoviejo, con la mente pensando que no era necesario hacer alguna nota, solo cuando cruce el peaje entendí de lo que había sido testigo; no fue la emergencia en sí, fue la actitud de quienes estaban en la ambulancia y que tuvieron la responsabilidad de parar, atender y tranquilizar a una persona, en medio de un sitio en que los servicios médicos no son permanentes, peor el de emergencias.
Cu{anto lamento no haber tomado nombres, no haberme quedado para averiguar más y escribir una crónica más profunda y esa misma tarde me dio la oportunidad de mirar la contraportada.
Debía llegar al banco antes que cierren y poder sacar por ventanilla unos ahorros para casos emergentes, desde hace mucho tiempo que hago uso de la tarjeta del cajero automático me había quitado el placer de hacer columna en espera de mi turno para ser atendido.
Fue en el Banco del Pacífico de la Av. Manabí y América, antes que yo estaban al menos unas 20 personas y atrás otras tantas; una de estas que se encontraba casi al final saludó con otra que estaba al menos unos tres puestos adelante, sin ningún miramiento el hombre salió de su puesto y avanzó hasta dónde estaba esa amistad: una mujer.
En realidad no fue nada que generará alguna anomalía que alertara al guardia ni a las otras personas que estábamos en esa columna, yo simplemente miré hasta llegar al punto de la observación para percatarme que la idea era otra. El cliente en mención uso el saludo como pretexto para adelantarse en su turno y fue evidente que no estaba programada esa gestión habitual en los bancos: "has cola hasta que yo llene la papeleta".
La señora le dio el trámite que ella estaba por realizar, el señor lo tomó y de una manera simple él se había adelantado a su turno, haciendo uso de un artificio que pasa inadvertido pero que refleja el irrespeto ciudadano.
¿Qué daño me hizo? En realidad ninguno, a lo sumo hacer que pasen unos minutos más antes de ser atendido, igual que a las demás personas que esperaron su turno y que estaban después del mío; aspecto que a ese cliente no le importó para nada. y que tuvo como cómplice a la señora.
Ninguna de las dos historias son susceptibles de ser contadas a través de los medios de comunicación social, pero no significa que no deban ser relatadas como una evidencia que en el diario vivir existen acontecimientos que nos muestran más como personas y también como una de mis lecciones de vida para saber que siempre hay alguien que está mirando lo que hacemos y que de alguna manera nos juzga como parte de la naturaleza humana.
Lo del banco es un síntoma de corrupción, lo del paramédico un compromiso profesional, de ellos están compuestas las sociedades.
Fue en el Banco del Pacífico de la Av. Manabí y América, antes que yo estaban al menos unas 20 personas y atrás otras tantas; una de estas que se encontraba casi al final saludó con otra que estaba al menos unos tres puestos adelante, sin ningún miramiento el hombre salió de su puesto y avanzó hasta dónde estaba esa amistad: una mujer.
En realidad no fue nada que generará alguna anomalía que alertara al guardia ni a las otras personas que estábamos en esa columna, yo simplemente miré hasta llegar al punto de la observación para percatarme que la idea era otra. El cliente en mención uso el saludo como pretexto para adelantarse en su turno y fue evidente que no estaba programada esa gestión habitual en los bancos: "has cola hasta que yo llene la papeleta".
La señora le dio el trámite que ella estaba por realizar, el señor lo tomó y de una manera simple él se había adelantado a su turno, haciendo uso de un artificio que pasa inadvertido pero que refleja el irrespeto ciudadano.
¿Qué daño me hizo? En realidad ninguno, a lo sumo hacer que pasen unos minutos más antes de ser atendido, igual que a las demás personas que esperaron su turno y que estaban después del mío; aspecto que a ese cliente no le importó para nada. y que tuvo como cómplice a la señora.
Ninguna de las dos historias son susceptibles de ser contadas a través de los medios de comunicación social, pero no significa que no deban ser relatadas como una evidencia que en el diario vivir existen acontecimientos que nos muestran más como personas y también como una de mis lecciones de vida para saber que siempre hay alguien que está mirando lo que hacemos y que de alguna manera nos juzga como parte de la naturaleza humana.
Lo del banco es un síntoma de corrupción, lo del paramédico un compromiso profesional, de ellos están compuestas las sociedades.
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