Originalmente publicado en La Verdad, edición No. 384 de agosto de 2020 con el título ¿Qué es el voto consciente?
Al igual que cada una de las anteriores ocasiones, las frases clichés y lugares comunes empiezan a invadir nuestras vidas, nos ofrecen un nuevo mundo y todo a cambio de un voto. Pero no es un voto cualquiera.
Para el 7
de febrero del 2021, nuevamente los votantes ecuatorianos deberemos ir a las
urnas porque así lo exigen las reglas de un Estado que intenta mantener en
orden un territorio, porque nos han dicho que eso es democracia y porque es la
oportunidad, como siempre, de tener un mejor futuro.
Con el
pasar de los días nos estamos convenciendo que una nueva nación depende de una
persona, de esa persona a la que le apostamos toda nuestra buena voluntad, a
esa persona que en sus discursos dice exactamente lo que queremos escuchar y
nuestras emociones así lo confirman.
Y eso somos
nosotros los votantes, más emotivos que racionales, es lo que prima al momento
que entramos a la campaña electoral.
Permítanme
un paréntesis: mucho se ha cuestionado la cantidad de binomios que han mostrado
legalmente su interés de inscribir sus candidaturas, pero nadie hasta ahora ha
podido responder ¿Cuál es el número perfecto de candidatos presidenciables que
deben estar en la papeleta presidencial? Motivo de otro análisis.
Regreso
entonces a los sentimientos que priman en el electorado al momento de decidir
por quién votará.
¿Cómo podemos los electores dejar el
populismo? No existe una receta a corto plazo. Pero tampoco existe un manual
para lograr que cada persona sea un votante consciente. Claro, tampoco sabemos
las cualidades de los candidatos ni de sus propuestas.
Lo más
complicado que existe en el sistema electoral es conocer al verdadero “yo” del
candidato; la experiencia da para inferir que una persona es el candidato en
campaña, otra cuando es electa y asume el cargo. Hasta ahora no es de fácil
acceso a las evaluaciones de la salud mental de quienes están en las papeletas
para el voto.
Sería un
buen ejercicio electoral si tuviésemos la oportunidad de entrevistar
públicamente a los jefes de campaña de los candidatos y preguntarles por el
voto consciente, sobre la manera que están promocionando la evaluación
psico-social del candidato al que representan. Tal vez hacer lo mismo con
quienes conducen la campaña de Marketing.
Para el
voto consciente sería de utilidad también tener un perfil psicológico de cada
uno de los candidatos que determine qué es lo que impulsaría a cometer un
delito o, en el peor de los casos, descubrir que es un delincuente. ¿Cuál es el
lado oscuro de los candidatos?
Otra
arista. Leer y entender el plan que deben elaborar los candidatos como parte de
los requisitos legales para su inscripción, es una de las tareas más complejas,
desgastantes y que toma muchas horas. Es más fácil elaborar un plan
presidencial que una tesis de grado.
Pero en
todo este andamiaje de pensamientos sobre el voto servirá hasta que se concrete
el contenido de la papeleta y entonces veremos toda la maquinaria electoral
puesta en marcha, será más complicado pensar por el ruido de la propaganda.
Así llegará
el día en que estrenemos un nuevo y desconocido Presidente, pero también
conoceremos los resultados de nuestras pasiones electorales.
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