Las brujas no son esas imágenes de mujeres viejas, de
rostros malvados y facciones desencajadas, tampoco son aquellas de ropajes
negros o sombreros de conos volando en escobas. Las brujas son un tipo de
humano muy excepcional.
Existieron y existen las brujas: las modernas, las que se
han adaptado a los nuevos tiempos como una estrategia de supervivencia para
evitar lo ocurrido en los siglos pasados; no son lo que el conocimiento vulgar
y la cultura popular dicen de ellas.
Estudios históricos señalan que algunas mujeres en las
distintas civilizaciones, cuando la ciencia aún no era lo que es, fueron en
realidad alquimistas, investigadoras y médicas, que usaban las plantas medicinales
para curar enfermos o ser quienes ayudaron a las parturientas.
Dice la periodista Beatriz Mora que fueron mujeres que adoraron la noche y a la “madre tierra”, que tenían una relación estrecha con la naturaleza pues se dedicaban, entre otras cosas, a la agricultura y la recolección para la alimentación y la medicina tradicional. Miles de ellas en la Edad Media fueron perseguidas, torturadas, violadas, quemadas en hogueras y ahorcadas.
Pero hoy, la bruja moderna ha recuperado su espacio
histórico de “mujer sabia” como fue en su origen, pero ha desarrollado mucho
más su percepción y ampliado sus particulares intereses académicos para sumar
al conocimiento entregado por sus antiguas; se valora y no se oculta, se
escucha y sabe oír con todos sus sentidos, interroga para perfeccionarse,
investiga para conocer su mundo, aprende para no equivocarse y no habla: dice
conjuros.
Pues bien, en mi trajín por identificarlas y conocerlas en
persona, estuve durante días revisando textos de sus historias y sus orígenes,
sus razones para vivir por mucho tiempo en el anonimato; descubrí que son muy
diferentes a las hechiceras mediáticas que aparecen en los comerciales y son
adivinadoras con decenas de artificios.
Me refiero a esas personas que tienen cuentas en redes sociales con miles de seguidores que provocan alta interactividad y pueden catalogarse como influencers, son fabricantes de marcas de ropa, cosméticos, de otros productos que se venden en tiendas especializadas y online.
Por eso, en este comentario, reseño el fuego ardiente de la bruja moderna, desplegado en sensibilidad, belleza, meditación, cuidado, ternura y profundidad, que está presente desde que se autodescubren y hasta segundos antes de su muerte.
Las brujas modernas guardan sus secretos como un saber, su
conocimiento nace en la percepción, pasa por la investigación y
sistematización, hasta llegar a los aportes que puedan dar al diario vivir o a
la ciencia, pero siempre y cuando no se interponga alguna religión.
Helena Cosano, en su libro “El gato de la bruja” describe a
estos seres humanos como mujeres independientes y fuertes, más instruidas que
las demás (…) que se conectan con su capacidad de crear, de encandilar, de
iluminar, de enseñar, de proteger, de iniciar, de seducir, de sanar…, que se
sienten parte de la naturaleza, intuyendo el amor incondicional y la compasión
hacia todos los seres vivos.
La razón para este comentario es porque tal vez pudiese
conversar con alguna de ellas, así que dediqué muchas horas para encontrar ese
camino. Me fue necesario revisar sobre geometría, leyes de la naturaleza
(física y química), psicología, literatura y psicología; pero principalmente
historia.
En este camino tuve claro que mi búsqueda por ninguna razón
debía provocar daños a terceras personas ni a los entornos familiares, sociales
o laborales, menos a la salud mental y física de las brujas modernas, porque
aún en esta actual civilización existen síntomas de persecución, de exclusión y
hasta hechos que podrían ser parecidos a los ocurridos en los siglos XV y
posteriores, en que eran asesinadas en las hogueras.
Supe que para conversar con ellas debía conocer las
consecuencias que generan los cinco elementos: aire, agua, tierra, fuego y el
tiempo, para así entender el
mundo de las mujeres sabias, las razones por las que intuyen a quienes las
quieren sacrificar con falsos testimonios, entonces callan, se alejan,
desaparecen.
Quizás logre mi cometido y en estas páginas, en otro momento, pueda relatar la historia de una bruja moderna, tal vez de algunas más, de quienes decidan salir a la luz para contar sus miedos y el doloroso sentimiento de estar amenazadas, sus emociones cuando salvan vidas.
Y mientras
llega ese momento, tengo la seguridad que las brujas modernas son las mujeres
sabias de todos los tiempos que merecen vivir hasta el fin de todos los
tiempos.
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