Desde hace un año llevo un lento proceso de recuperación de
mi tobillo en que el miedo fue uno de mis mayores limitantes, hasta que un
recuerdo ajeno por unas fotos me llevó hasta al el mejor de los sitios que
frecuento desde mi infancia. La sensación de ese miedo desapareció.
A consecuencia de un accidente deportivo, de tres meses de
recuperación y algunos más de rehabilitación, supe que mi tobillo no quedaría
igual a pesar de las previsiones realizadas por la fisioterapista. El miedo de
caminar por lugares “peligrosos” me mantuvo en una rutina de mirar cada lugar
en que pondría mi pie y si miraba riesgo, simplemente buscaba otro camino.
Vista de norte a sur de Puerto Cayo, al sur de Manabí. Al fondo el acantilado del piedrero. |
Una respuesta de esa magnitud necesitaba, quise, responder y
así lo hice. Las normales preguntas de cómo, cuándo y cómo así; la tuit
conversación avanzó por los senderos normales que usan dos tuiteros que se
siguen mutuamente y que, quizás, antes de ese día, nunca interactuaron.
Así me pasó con @Quitenamona, no recuerdo que antes de ese
día haya interactuado con ella, es parte de mi TL y sí la tenía presente, la
leía por sus interesantes y reflexivos aportes, a veces de la vida cotidiana y
otras del mundo en que vivimos; estaba allí, entre mis lecturas pero nada más.
“Calamidad”, como se hace llamar, me comentó algo de su
pasado en esa playa y, me aseguró en aquella conversación, que le gustaba ir a
un sitio en que había muchas piedras; sin pensarlo dos veces le dije el nombre
del sitio: el piedrero, frente al islote Pedernales, en Puerto Cayo, al sur de
Manabí (Ecuador).
Vista general del piedrero, al fondo a la derecha el islote Perdernales. |
En un misterioso acto transformador y sin pensar en
consecuencias, me comprometí con “Calamidad” a ir al día siguiente al piedrero
para hacer unas fotos y mostrarle como estaba dicho lugar, considerando que me
había comentado que desde hace mucho no había regresado a ese lugar de su adolescencia.
Fui, caminé al menos un kilómetro con tranquilidad por la
playa, la marea ya había bajado, y las grandes plataformas de piedras
sobresalían en el constante ir venir de las olas, la otra parte se dejaba
caminar; el miedo en mi revivió, decidí hacer de lejos las fotos prometidas…
sentí que no había razón para más.
Con cada foto me fui adentrando en ese mundo de piedras que
hasta hace pocas horas había estado bajo el mar, verdosas, resbaladizas y semi
secas.
Piedras verdosas y resbaladizas que complementan tan maravilloso espectáculo. |
Mis pies tanteaban las piedras antes de asentase, mi tobillo
reaccionaba con seguridad pero el miedo está allí y listo para ser vencido, le
di la oportunidad y fue ocurriendo con cada nuevo espectáculo que miraba y
quería fotografiar.
Durante casi 30 minutos estuve en este lugar, disfrutando de
la batalla que había ganado, mientras captaba algunas fotos. Me sentí seguro
sobre mi tobillo y pero no percibí ningún dolor.
Esta sensación de alivio me permitió no solo observar los
detalles del mar, de las piedras, de las olas del infinito horizonte marino,
sino también lo majestuoso de un acantilado que se le notaba sensible y fuerte;
por causalidad unas aves volaban frente a esas paredes… se deslizaban en miedo
del viento.
Casi no se ve el gallinazo flotando, pero allí está. |
Regresé sobre mis pasos, caminando sobre la arena, con
seguridad y sin esa esa sensación de titubeo que mucho tiempo estuvo
acompañando mis andanzas y despertares.
En este caminar de regreso a mi casa, en esos 20 minutos de
tranco fuerte y decidido sobre la arena, recordé las razones por las fui para
allá y de Calamidad Morales que sin saber nada había aceptado mi oferta de
pasarle unas fotos.
Frente a mi computador y con mi cuenta activa inicié el
proceso de subir las fotos ofrecidas a @Quitenamona, una a una con una mención,
pero al escribir no estaba poniendo simples palabras, puse en cada letra y cada
adjunto mi retribución por, sin haberlo planificado, haberme llevado hacia una
batalla que estaba pendiente. Fue la persona indicada, en el lugar indicado y
con los recuerdos indicados.
Crédulo de los mágicos acontecimientos de este mundo, hoy
doy pasos físicos que me dan señales que pronto mi tobillo pueda estar
totalmente curado. No por el piedredro, no por la caminata, sino por haber
aceptado las palabras de una actual desconocida que quizás en el pasado nos
conocimos en aquel lugar. Un misterio que no pienso desentrañarlo ni
cuestionarlo.
Con la última foto que le pasé para hacerle recordar una
parte de su pasado, simplemente me dijo: “…mil gracias de verdad.” Pero soy yo quien
está agradecido por el presente y futuro que medio @Quitenamona.
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