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19 de julio de 2020

La artesanía que me inspiro llegar hasta Hades

Tengo cientos de recuerdos guardados en distintas parte de mi casa, ocasionalmente los reviso, limpio y vuelo a guardar, otras veces me toca botarlos y algunas los regreso a la vida cotidiana porque adquieren un valor adicional.

Terminada la cuarentena saqué una barca que muestra el equilibrio de la navegación, es una artesanía que me la obsequiaron hace más de 10 años. Hice un vídeo y lo subí a mi cuenta Twitter, adquirió un significado superior.

Al final de esta entrada se encuentra el vídeo .
Fue Didifredo Ruiz quien me respondió con una sola frase: Caronte navegando el Aqueronte. Las vagas ideas de la mitología llegaron a mi mente así que debí refrescar la memoria y fue en ese momento cuando supe el nuevo valor de mi adorno artesanal.

Caronte es uno de los personajes enigmáticos de la mitología griega, su nombre es literalmente "brillo intenso" y su trabajo es en el Aqueronte, que significa "río del dolor".

Se lo describe como el barquero del inframundo y su misión es la de transportar las almas de quienes han muerto recientemente hasta el Hades, donde estarían toda la eternidad; físicamente, es un anciano harapiento, descuidado, con una barba enmarañada blanca y de rostro adusto, sucio, sombrío, con carácter agrio.

Hades, reino sombrío y cubierto de niebla al que todos los mortales vamos después de la vida, es Érebo.

Caronte llega a la orilla donde esperan las almas, no todos ellas pueden usar su servicio, pues tienen que entregar una moneda, de allí es que se considera la razón por la que los griegos enterraban a sus muertos con una debajo de la lengua: el pago al barquero.

“Si los muertos no llevaban esa moneda, o si habían sido sepultados de una manera inadecuada, debían quedarse vagando en los alrededores del río por cien años. Pasado ese tiempo, Caronte les permitía cruzar sin pago.” (Fuente del relato: lamenteesmaravillosa.com)

Pues bien y aquí mi historia. Siempre supe que enfrentar la muerte no es fácil, pues de alguna manera hay que estar preparado para lo que será ese viaje final y hay que tener los recursos necesarios para hacerlo con suma tranquilidad.

Ahora que la barca y el barquero se mueven al son del viento, en uno de los estantes cercano al lugar en que escribo, que la cuarentena finalizó, que mis finanzas personales están golpeadas y que el virus del Covid-19 es una amenaza latente, recapacito cada día para entrar en un sistema de ahorro orientado exclusivamente para que mi muerte sea tranquila en lo personal y para quienes tendrán la penosa tarea de permitir que llegue hasta la orilla de Aqueronte y espere la llegada de Caronte.

Lo que ahora vivo, tal vez igual que muchos de ustedes amables lectores, no es un tiempo de reacción, son duros momentos para pensar y ser proactivo, como una manera de no dejar que el azar sea quien gobierne mi presente.

Este comentario es otro capítulo relacionado con mi accionar frente a la realidad nunca antes vislumbrada por la humanidad y que sorprendió sin saber cuál es el camino correcto. Hacia finales de abril, ya pensaba en lo que debía planificar para cuando acabe la cuarentena y mencionaba:
Desde que empezó esta emergencia sanitaria propuse que para poder sobrevivir era necesario asumir una responsabilidad individual y a partir de allí se podría planificar el confinamiento, pero ahora es momento para pensar en el "exit" o entrar a la economía post cuarentena. (¡YO! ¿Estoy listo para el "exit"?)
Cuando estoy en pleno desarrollo de las preguntas planteadas para seguir en el camino, me doy cuenta que jamás puse como una opción el de prepararme para mi muerte, que es una de las pocas certezas que por ahora tengo.

Este es mi siguiente plan, con el desconocimiento de saber si tengo o no tiempo para estar listo, sí aspiro tener con que pagar el paso hacia Hades.




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