La reciente advertencia de la primera ministra italiana Giorgia Meloni, sobre el riesgo de aislamiento de Occidente frente a la creciente influencia de China y Rusia en el Sur Global, no ha tenido repercusión en Ecuador. En un contexto donde la inestabilidad parece ser la norma, nuestro país se encuentra en una encrucijada que trasciende lo local: crimen desbordado, finanzas públicas al límite, consulta popular y una lucha geopolítica que nos convierte en un tablero de ajedrez.
La alerta de Meloni no llegó de la nada: el 22 de octubre, antes de hablar en el Consejo Europeo, explicó, entre otros asuntos, su plan para defender a Occidente de la influencia de China y Rusia (ver el vídeo). Este nivel de transparencia, donde un Presidente o su equivalente como en el caso italiano, detalla su estrategia internacional antes de actuar, es algo que en Ecuador no vemos. Mientras Noboa negocia bases en Galápagos, o concesiones mineras, o préstamos externos, la prensa y los ciudadanos nos enteramos tarde, si es que nos enteramos y a medias; en un país donde el crimen y la deuda nos ahogan, esta opacidad nos deja ciegos ante el juego global que Meloni describe, donde Ecuador podría terminar como ficha de otros, no como jugador propio."
Pero las palabras de Meloni no son un eco lejano, son un espejo de lo que vivimos. Basándome en las declaraciones del presidente Daniel Noboa y datos recientes de la prensa, este análisis busca pintar un panorama más amplio, invitando a no quedarnos "viéndonos el pupo", sino entendiendo cómo los hilos globales y locales se entrelazan.
Ecuador atraviesa una crisis de seguridad sin precedentes. Las cifras de violencia son alarmantes: los crímenes violentos han crecido significativamente en 2025, con masacres y asesinatos diarios que convierten ciudades en campos de batalla. Noboa ha respondido con mano dura, declarando un "conflicto armado interno" y desplegando militares en las calles; pero, lejos de calmar las aguas, estas medidas parecen alimentar un ciclo: más operativos, más atomización de pandillas, más caos. La prensa reporta decomisos masivos a la minería ilegal como el nuevo motor del crimen, superando incluso al narcotráfico en rentabilidad. Este caos no es solo nuestro, es un imán para potencias extranjeras.
Mientras el país se desangra, Noboa insiste en que la solución pasa por aliados externos. Ha propuesto abrir las puertas a bases militares extranjeras, especialmente en las estratégicas Islas Galápagos, un "portaaviones natural" que EE.UU. codicia para controlar rutas marítimas y combatir el narcotráfico. En entrevistas recientes, el Presidente ha defendido esta idea como una necesidad para recuperar la seguridad, argumentando que el crimen trasnacional, con rutas que conectan a Colombia y Perú, requiere apoyo global; sin embargo, esta apertura no es gratis: implica ceder soberanía en un momento donde la economía nacional está al borde del colapso, con un presupuesto estatal que no logra ejecutarse y un déficit que nos empuja a más deuda.
En concreto: tenemos unas débiles finanzas públicas.
La prensa reporta que hasta agosto de 2025 el gobierno apenas ha ejecutado menos de la mitad del presupuesto proyectado, dejando hospitales sin insumos, escuelas sin recursos y obras públicas paralizadas. Esto, mientras la banca privada reporta ganancias récord, un contraste hasta cierto punto incomprensible pero muy lógico dado el actual contexto político y financiero. Noboa mismo ha destacado estas utilidades, pidiéndoles a los bancos adelantar el décimo tercer sueldo; pero el dato que más preocupa es otro: en solo seis meses, miles de millones de dólares han salido del país hacia cuentas extranjeras, según reportes del Banco Central.
Este desangre financiero no es solo un problema doméstico, es el escenario perfecto para la advertencia de Meloni. Mientras Occidente, liderado por EE.UU., ofrece ayuda militar y préstamos con condiciones estrictas, China y Rusia avanzan con una estrategia distinta: inversión sin preguntas. China ya controla proyectos clave, desde hidroeléctricas hasta minas y su deuda representa una quinta parte de nuestro PIB. Rusia, aunque menos visible, apuesta por alianzas militares y propaganda en la región, capitalizando el resentimiento contra intervenciones estadounidenses.
En este juego, Ecuador es un peón: aceptar bases de EE.UU. podría darnos seguridad a corto plazo, pero nos ata a Washington; girar hacia Beijing ofrece alivio financiero, pero a costa de una deuda insostenible.
La consulta popular del 16 de noviembre es el clímax de esta tensión. Noboa propone reformas constitucionales para permitir bases extranjeras, reducir el número de asambleístas y hasta reescribir la Carta Magna. La narrativa es clara: refundar el país para combatir el crimen y estabilizar la economía. Pero la prensa local ha destapado dudas: ¿Son estas medidas una solución o una cortina para justificar más control externo? La idea de una base en Galápagos, por ejemplo, despierta temores ambientales (el riesgo a un ecosistema único) y recuerdos de la base de Manta, cerrada en 2009 por su impacto en la soberanía. La pregunta es si estas reformas atacan la raíz o solo maquillan un sistema que parece diseñado para perpetuar la crisis.
El crimen, potenciado por minería ilegal y narcotráfico, no es un accidente. Los decomisos muestran que el oro y la plata fluyen hacia mercados globales, lavando dinero que regresa como armas o poder para pandillas. La opacidad en estos casos de noticias que se publican y luego "desaparecen" alimenta sospechas de complicidad en las altas esferas. Si a esto sumamos la salida de capitales, el cuadro es desolador: mientras el país se endeuda y los servicios públicos colapsan, unos pocos mueven fortunas al extranjero, dejando al resto con las consecuencias de la violencia y la pobreza.
Meloni tiene razón: el Sur Global está siendo cortejado por potencias que ofrecen soluciones fáciles. EE.UU. promete seguridad, pero sus golpes en la región han matado civiles, generando rechazo en Colombia y Perú, nuestros vecinos. China ofrece dinero sin "lecciones de democracia", pero sus proyectos han dejado comunidades fracturadas y deudas eternas. Rusia, más discreta, apuesta por un mundo "multipolar" donde países como el nuestro se alejen de Washington. En este tira y afloja, Ecuador arriesga quedar atrapado: dependiente de todos, soberano de nadie.
La banca privada, lejos de ser un espectador, es el engranaje que mantiene este ciclo. Sus ganancias récord no se traducen en créditos para pymes o empleos; en cambio, facilitan la salida (¿fugas?) de capitales que podría reactivar la economía. Noboa, en su afán por estabilizar, parece ignorar esta contradicción, enfocándose en aliados externos antes que en reformas internas. La prensa reporta que el déficit fiscal empuja al Gobierno a más bonos, pero sin sostener la salida de capitales, es como llenar un balde con agujeros.
¿Qué significa esto para nosotros? Que la crisis no es solo de balas o de dólares; es de prioridades. Cada base extranjera, cada dólar que sale, cada mina ilegal, es una pieza en un tablero global donde Ecuador es más objeto que jugador.
Meloni ve un Occidente perdiendo terreno porque países como el nuestro, desesperados, buscan alternativas, pero esas alternativas tienen precio: o nos atan a Washington con condiciones, o nos hunden en deudas con Beijing.
La consulta de noviembre será un termómetro. Un "Sí" a Noboa podría traer recursos inmediatos, pero a costa de ceder control. Un "No" podría preservar algo de autonomía, pero sin un plan para frenar la fuga de capitales o el crimen, el colapso económico del Gobierno será inminente. Los datos de la prensa muestran un país al límite: hospitales sin medicinas, escuelas sin maestros y un presupuesto que no alcanza, mientras la banca hace su trabajo y las potencias globales esperan su turno.
No podemos quedarnos viéndonos el pupo, debemos levantar la mirada. Ecuador no es solo un país en crisis; es un campo de pruebas para el nuevo orden mundial que Meloni teme. La solución no está en elegir un "amo" extranjero, sino en atacar las raíces: transparentar la minería, cerrar los grifos de la fuga de capitales y priorizar inversión social sobre militarización. La prensa nos da los datos, Noboa, la narrativa.
Pero la pregunta es nuestra: ¿Queremos un país que se salve a sí mismo, o uno que se venda al mejor postor?
Si queremos evitar el aislamiento que Meloni predice, necesitamos mirar más allá de las promesas de seguridad o los cantos de sirena de la deuda fácil. Ecuador merece un futuro donde la riqueza no se escape, donde el oro beneficie a los ciudadanos y no a los narcos, donde las Galápagos sean un orgullo y no una base alquilada. La consulta es solo un paso; el camino real empieza con exigir cuentas claras y transparencia informativa.
Este análisis no pretende dar respuestas fáciles, sino invitar a mis lectores a ver el panorama completo: un Ecuador atrapado en un juego global, donde cada decisión cuenta. La alerta de Meloni no es solo para Europa, es un llamado a no dejar que nuestro Ecuador sea una ficha más en un tablero ajeno. ¿Qué futuro elegiremos el 16 de noviembre? La respuesta está en, reitero, no quedarnos viéndonos el pupo, sino actuando con los ojos bien abiertos.
Advertencia - Este análisis puede contener sesgos o imprecisiones geopolíticas, por lo que se invita al amable lector a revisar los datos con una mirada crítica, realizar los comentarios y observaciones necesarias que puedan servir para mejorar o ampliar el contenido.
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Gracias por compartir un análisis serio y objetivo sobre la realidad geopolítica que hoy enfrentamos. Este debate es urgente: Ecuador no puede seguir tomando decisiones estratégicas sin transparencia ni claridad de rumbo.
ResponderEliminarSolo entendiendo el tablero global evitaremos ser pieza —y comenzaremos a jugar como país soberano.
#SoberaníaConResponsabilidad