El titular de esta entrada es un puente perfecto entre dos momentos clave en la historia de Jipijapa: la lucha autonomista de Manuel Inocencio Parrales y Guale en 1780 y la adhesión a la Independencia de Guayaquil en 1820; Sin embargo, al poner estos episodios en diálogo, surge una crítica necesaria sobre cómo la memoria colectiva de esta ciudad ha priorizado ciertos relatos heroicos mientras relega otros, más profundos, a las sombras. Este es un comentario crítico no una reseña histórica.
Empiezo… centrar la memoria de Manuel Inocencio Parrales y Guale en el 2 de agosto de 1780, el día en que Carlos III firmó la Cédula Real que reconoció las tierras indígenas de Jipijapa y sus alrededores, pone el foco en el corazón de su gesta; este hito, junto con la adhesión de Jipijapa a la Independencia de Guayaquil el 15 de octubre de 1820, teje una narrativa compleja sobre la identidad manabita. Sin embargo, la forma en que se ha priorizado el segundo evento sobre el primero revela un sesgo en la memoria colectiva que merece una mirada crítica. ¿Por qué el grito libertario de 1820 resuena más fuerte que la victoria silenciosa, pero transformadora, de 1780?
El 2 de agosto de 1780 no es solo una fecha; es el clímax de la resistencia de Parrales y Guale, un cacique mestizo-indígena que, armado de memoriales y tenacidad, cruzó el océano tres veces para enfrentar al poder colonial en España. La Cédula Real, conocida como el “Mandato de Madrid”, ordenó titular unas 5.900 hectáreas a las comunidades indígenas de lo que actualmente son los cantones Jipijapa, Paján, 24 de Mayo y Puerto López, protegiéndolas del despojo de encomenderos y estancieros.
Este logro no fue un simple trámite: fue un desafío estructural al sistema colonial, un acto de autonomismo indígena que aseguró la soberanía territorial y sentó un precedente para la justicia agraria en América. Parrales y Guale, declarado en el 2011 por la Asamblea Nacional como “precursor de la reforma agraria” y defensor de los indígenas, no necesitó espadas para cambiar la historia; su arma fue la inteligencia legal y la visión colectiva para vivir mejor.
El rumbo de un defensor astuto y tenaz
Manuel Inocencio Parrales y Guale (1745-1806), cacique gobernador del Común de Indios de Jipijapa, no fue un rebelde armado, sino un defensor astuto y tenaz de los derechos indígenas en el corazón de la colonia española. Nacido en San Lorenzo de Jipijapa del mestizo Inocencio Parrales y una noble indígena Manuela Guale; de linaje de antiguos caciques, Parrales creció en un contexto de despojos sistemáticos: las tierras comunales, ocupadas "inmemorialmente" por los pueblos indígenas de la región, eran codiciadas por encomenderos y estancieros que imponían cultivos forzados como el tabaco, en suelos áridos que solo agotaban a los nativos.
Frustrado por la indiferencia de las autoridades locales en Portoviejo y Quito, Parrales , "indio ladino" educado en lectura, escritura y contabilidad por el cura Francisco Javier Ruiz-Cano, emprende una odisea diplomática; viaja tres veces a España (1777, 1779 y 1781), exponiendo memoriales ante la Corte de Madrid. Su persistencia rinde frutos: el 2 de agosto de 1780, el rey Carlos III expide una Cédula Real que autoriza a los fiscales de las audiencias a reconocer y titular las tierras indígenas ocupadas de forma continua, protegiéndolas de ventas o herencias a particulares. Esta cédula, conocida como "Mandato de Madrid", llega a Quito a fines de ese año y culmina en 1805 con la sentencia de la Real Audiencia, confirmando unas 5.900 hectáreas para el Común de Jipijapa.
La gesta octubrina
Cuatro décadas después, el fuego independentista de Guayaquil, el "Grito del 9 de Octubre" de 1820, liderado por próceres liderados José Joaquin Olmedo se propaga como un vendaval por la costa; Jipijapa, ya fortalecida por el legado de Parrales y Guale, cuyas tierras comunales aseguraban cohesión social, responde con celeridad.
El 15 de octubre de 1820, apenas seis días después, el pueblo declara su adhesión inmediata a la Provincia Libre de Guayaquil, convirtiéndose en el primer territorio de Manabí en sumarse a la emancipación.
Impulsados por mensajeros como José Antonio de Vallego (en ruta a Portoviejo), los campesinos, artesanos y líderes locales jipijapenses proclaman la independencia en una asamblea popular, jurando lealtad a la nueva república naciente. Este acto no fue aislado: formaba parte de una ola que incluyó a Samborondón (10 de octubre), Daule (11) y otros, consolidando la Provincia Libre.
Comparaciones históricas coyunbturales
En contraste, el 15 de octubre de 1820, cuando Jipijapa juró lealtad a la Provincia Libre de Guayaquil, es un hito cívico que resuena con orgullo en desfiles, actos cívicos y ferias. Seis días después del 9 de Octubre, el pueblo jipijapense, se unió al proyecto independentista guayaquileño, aunque no hubo batallas documentadas, este acto requirió audacia: desafiar a la corona en un contexto de incertidumbre, con Portoviejo y Quito aún bajo control español, era un riesgo político; sin embargo, su celebración como fecha cívica ha eclipsado la gesta del insigne cacique y aquí radica la primera crítica: la narrativa independentista, centrada en la épica criolla de Guayaquil, ha relegado el 2 de agosto de 1780 a un segundo plano, pese a que la cohesión territorial lograda por el Cacique fue la base que permitió a Jipijapa responder con tal rapidez en 1820.
Este sesgo refleja una tendencia histórica en el Ecuador republicano: glorificar los momentos de ruptura política, como la adhesión de 1820, mientras se subvaloran las luchas estructurales, como la de Parrales y Guale. La Cédula Real no solo devolvió tierras, fortaleció la identidad y economía de comunidades indígenas, dando a Jipijapa la capacidad política para sumarse al proyecto libertario.
La “lealtad a Guayaquil” es un hito visible, pero efímero en su impacto comparado con la transformación agraria y cultural de 1780. La memoria colectiva, al priorizar grandes celebraciones por el 15 de octubre parece olvidar que, sin las tierras del sur de Manabí, la Sultana del Café no habría tenido la fuerza social para ser la primera en la provincia en abrazar la independencia.
Una segunda crítica apunta a la narrativa cívica actual. La conmemoración del 15 de octubre, con su pompa y color, refuerza un orgullo local que simplifica la historia jipijapense a un acto de alineación con Guayaquil. Esta visión, heredada de la historiografía criolla del siglo XIX, invisibiliza las raíces indígenas que Parrales y Guale defendió. El 2 de agosto de 1780 debería ser un faro cívico: es un recordatorio de que la soberanía comienza en la tierra, un principio que resuena en el Ecuador
La gesta de Manuel Inocencio, al usar las leyes coloniales contra el colonizador, es un modelo de resistencia creativa que merece más que un reconocimiento académico; debería ser un pilar de la identidad manabita.
Estos episodios, separados por 40 años, revelan la evolución de la resistencia manabita: del reformismo indígena colonial al republicanismo criollo-liberal. Parrales representa la autonomía "desde abajo" (indígena, legalista, territorial), un precursor sutil que genera pertinencia en comunidades sin derramar sangre, pero cuestionando el yugo español en su raíz económica: la tierra. En cambio, 1820 es la independencia "desde arriba", inspirada en la Ilustración y las revoluciones atlánticas, colectivas y armadas, que une a criollos, mestizos e indígenas en un proyecto nacional.
Como base a la tercera crítica, este es un necesario cuadro comparativo:
Aspecto |
Episodio de 1780 (Parrales y Guale) |
Episodio de 1820 (Adhesión de Jipijapa) |
Naturaleza |
Reformista y autonomista: reclamo legal por tierras ancestrales dentro
del sistema colonial. |
Independentista radical: ruptura total con España, adhesión a la
república guayaquileña. |
Protagonistas |
Líder indígena (cacique) y comunidad nativa; viajes a Madrid. |
Pueblo entero (campesinos, artesanos); impulsado por mensajeros
guayaquileños. |
Impacto Inmediato |
Títulos de propiedad para 5.900 ha. en Jipijapa y regiones aledañas
(Paján, etc.); protección contra despojos. |
Primer cantón manabita libre de españa; base para provincialización de
Manabí en 1824. |
Legado en la Memoria |
Reconocido en 2011 como precursor agrario; natalicio (17 junio)
conmemorado localmente. |
Fecha cívica oficial (15 octubre); desfiles anuales, turismo y orgullo
patrio. |
Conexión |
Sembró cohesión territorial que facilitó la adhesión de 1820. |
Culmina ideales de Parrales en soberanía plena. |
En esencia, Parrales y Guale es el "padre fundador" de la autonomía regional, mientras que 1820 es su "hijo rebelde" que la universaliza. El mayor énfasis en lo segundo obedece a la narrativa nacional independentista, pero el primero gana relevancia hoy en debates sobre derechos y política agraria; juntos, muestran que la historia de Manabí no es lineal, sino un tapiz de muchos hechos y, en este caso: la de Parrales y Guale aseguró la tierra para que en 1820 el pueblo pudiera tener libertad política alejada de las decisiones de la Corona.
Finalmente, una crítica al presente: Jipijapa, y Manabí en general, podrían revitalizar el 2 de agosto como una fecha que conecte el pasado con los retos actuales, pues la la victoria de Cacique Manuel Inocencio Parrales y Guale es un llamado a defender los recursos y la identidad local, pues la memoria de Parrales no compite con la de 1820; la sustenta. Jipijapa no debe elegir entre sus héroes, pero sí reequilibrar su relato para que el Cacique brille tanto como la bandera de la gesta del 9 de Octubre.
Nota final:
Este análisis se redactó revisando textos disponibles en la red, consecuentemente puede contener sesgos o imprecisiones históricas, por lo que se invita al amable lector a revisar los datos con una mirada crítica, realizar los comentarios y observaciones necesarias que puedan servir para mejorar o ampliar el contenido.
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Datos sobre el autor:
Canal de vídeos: https://www.youtube.com/@RaulZavala
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