Las “noticias falsas” se han convertido en la mayor amenaza
para las sociedades y en paralelo existe una profundización en la libertad de
expresión e información. ¿Qué es lo que está ocurriendo en este ecosistema?
En el 2016 el mundo occidental recibió como noticia que el
Diccionario Oxford agregó un neologismo como palabra del año a “post-truth” o
de la posverdad, cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos
objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los
llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
El portal The Economist pudo definir: “(...) una confianza
en afirmaciones que se 'sienten verdad' pero no se apoyan en la realidad”.
Puede afirmarse que existiría una relación íntima entre lo
político y el matrimonio de la posverdad con las noticias falsas, con lo cual viene
bien plantearse la hipótesis que el mayor generador de la desinformación es el
gobierno.
Rosa Montero en su columna en el portal de El País, publica
un artículo titulado “Borregos mentirosos” y asegura “O tomamos conciencia del
peligro, desarrollamos planes nacionales contra la mentira organizada y
empezamos a educar a los niños en el pensamiento crítico, o seremos los
borregos más tontos de la historia humana, camino del matadero y balando
mentiras todos a una.”
Este argumento tiene relación con el informe “Fake news y
desinformación. Monopolios de la manipulación informativa” en el que se
argumentan sobre el hecho de: limitar la libertad de expresión en culpabilizar
al ciudadano del consumo de noticias falsas no solucionará el fenómeno de la
desinformación. Pero también se pregunta “Pero ¿cuáles son los principales
culpables de la propagación de las noticias falsas? Para la plataforma xnet-x.net,
son los que gobiernan, los partidos políticos, los ‘medios de comunicación’ y
las corporaciones.”
Pero Javier Benegas (disidentia.com) plantea otro escenario:
“El verdadero peso estadístico de una noticia falsa está en su polémica, su
discusión y sus consiguientes interacciones; no en la aceptación. Por más que
se desconfíe de las redes sociales, no se puede tachar de locos a sus usuarios,
ni siquiera a la mayoría de ellos. Y no por compasión, sino por simple
improbabilidad estadística.”
Estos antecedentes sirven de marco para entender una parte
de ese llamado ecosistema informativo en Ecuador.
El 24 de mayo de 2019 se puso en marcha un interesante
ejercicio de verificación de la verdad oficial durante el informe a la Nación del
Presidente de la República de Ecuador; el trabajo fue desarrollado por el
equipo periodístico del portal ecuadorchequea.com y con el que se verificaron
19 aseveraciones, de lo cual se obtuvo el siguiente resultado: Cierto 8, Si,
pero... 1, Insostenible 3 y Falso 7.
Pero existe otro proceso periodístico en que también tiene
confrontaciones con la desinformación y noticias falsas: en las coberturas y la
redacción de notas con, guste o no, la información on line contenida en
boletines y difundida masivamente por redes sociales virtuales.
La experiencia me hace asumir que las versiones oficiales se
han convertido en un acto de fe y muchas ocasiones los periodistas las hemos
difundido tal cual nos llega desde las instancias del poder político, sean
nacional o de los gobiernos locales; tal vez nos hace falta poner una expresión
que podría convertirse en muletilla: información sujeta a verificación.
Otro colega tiene puntos de vista que abonan a este análisis
es Arturo Torres, co-autor del libro Rehenes, cuando le consulto: ¿Qué tan
complejo es para los periodistas verificar la información oficial antes de
publicar? La respuesta es concreta: “Al tratarse de información
oficial, en general, no necesita una verificación, porque es de una fuente
directa que solo requiere ser atribuida.”
Pero para la periodista de Oromar
Televisión Wendy Menéndez existen otras aristas necesarias de considerar: “Se requiere de tiempo para poder confirmar los datos, es
complicado saber si lo que se dice es cierto; por ejemplo, si se dan
estadísticas o cifras se requiere ir a la fuente oficial si el entrevistado es
vocero, en estos casos es recomendable tomar nota y escuchar bien las
declaraciones para en lo posterior confirmar la información. El escenario
cambia cuando asistes a una rueda de prensa conociendo los puntos que se van a
tratar, se podría decir que ya vas armada (documentos y datos) para confirmar o
descartar la veracidad de la información.”
Mientras que para Jaime Ugalde, periodista y Jefe de Ediasa,
la situación no tiene una sola respuesta. “En general una información cercana
es más sencilla. Se puede llegar al sitio, localizar documentos o buscar otras
fuentes para confirmar. Ahora, es más viable, pero no siempre es sencillo, pues
los funcionarios públicos muchas veces no entienden que ellos no son dueños de
la información pública.”
Y a sus argumentos expone muestras cuando un acontecimiento
ocurre en una región diferente al que normalmente se hace cobertura porque es “…
un gran problema por los filtros, intereses y sistemas centralizados de
difusión. Por ejemplo: en algún momento las autoridades del Gobierno dijeron
que habían encontrado un micrófono en la embajada de Ecuador en Londres. En la
práctica ningún periodista pudo ingresar a la embajada y comprobarlo, todos
debieron limitarse a difundir una versión oficial y buscar reacciones.”
Wendy que realiza coberturas en Manabí, frente a las versiones
oficiales asegura que “Las condiciones responden necesariamente a un interés,
pueden ser personales o empresariales, lo que busca este tipo de información es
manipular a la opinión pública sobre todo cuando atraviesan por una crisis o
quieren llamar la atención de ciertos grupos.”
Así mismo pone un ejemplo: “Para entender las fake news y
saber confrontar periodísticamente, se analiza y acude a las fuentes que se
mencionan en los boletines, en ellos suelen mencionar a los beneficiaros de
algún servicio detallando lo ‘complacidos’ que están, pero suele pasar que
cuando acudes a ellos la realidad es otra, la obra inaugurada o el producto
entregado no satisface las necesidades.”
Mientras tanto, Arturo con la experiencia de lo investigado
en el caso del asesinato al equipo de El Comercio, indica que “la información
que me han proporcionado algunas entidades públicas es incompleta, sesgada o
está direccionada. Más que falsa es parcial, con lo cual hay un ocultamiento
sobre temas sensibles.” Y Jaime concluye: “A más de contrastar y verificar, uno
encuentra contradicciones cuando hace seguimiento. El seguimiento debe
recuperar protagonismo.”
Del otro lado existe una manera de contrarrestar el trabajo
periodístico y es un As político bajo la manga que raya en lo dogmático: “El
Gobierno hace un llamado a la ciudadanía a informarse únicamente por fuentes
oficiales.” Pero yo, por ahora, me quedo con lo mencionado en un tuit del
periodista colombiano Daniel Coronell: Todo lo que diga un funcionario es falso
hasta que se demuestre lo contrario.
Pero existe otra expresión que el público podría asumirlo:
que se publique la información oficial no significa que se avale.
Publicado originalmente en La Verdad, edición 372, julio 2019 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario